Creado y escrito íntegramente por Freddie Armando Romero Paredes. En plena madrugada del día viernes, estando en mi cama y abrazado a mi almohada en mi habitación de la casa perteneciente a mi papá, tuve un sueño que invadió todo mi cuerpo. Soñé que estaba caminando con mis familiares hacia la Estación del Ferrocarril Central para tomar la línea de una ruta turística que nos llevaría a recorrer tres distintos parajes característicos y propios de la zona rural que estábamos visitando. Yo estaba junto a mi mamá que estaba al lado de otros familiares muy cercanos a nosotros. En el vagón se podía apreciar el estilo del decorado y el tipo de muebles que habían puesto para brindar todas las comodidades a los ilustres visitantes que ya habían hecho tours por distintos países.
Durante el trayecto, una bella y joven terramoza nos atendió dándonos calma y nos dio una charla magistral que nos daba luces e ideas de todo lo referente a cada sitio, típico de la región. Si teníamos alguna duda, nos daba las respuestas precisas y exactas del caso. Es así que un niño le preguntó cómo sabía todo eso y ella le contestó que le gustaba leer porque la lectura y escritura aumentan la cultura de uno. También, le dijo al pequeño gran hombre que el autor que más le gustaba era Shakespeare y que sus obras estaban en cualquier biblioteca del mundo, en la zona de Narrativa de Autores Europeos y, que para acceder a los estantes de libros de esa zona, se debía portar un carnet que acreditara el ingreso. Para ello, se tenía que entregar una foto -tamaño pasaporte- y pagar en caja la cantidad pertinente y correspondiente a los derechos sobre el uso de la infraestructura de la biblioteca. Paramos en un lugar y bajamos por la puerta de salida recibiendo el apoyo y las indicaciones de la señorita.
En el mencionado lugar corría viento, cosa que tanto a nosotros como a los visitantes no nos importaba; porque, cuando uno es turista, lo único que uno quiere es llegar a conocer todos los sitios mencionados en el catálogo de viajes. Entonces, nos aventuramos a entrar en el Museo de Arte. En la puerta del importante museo, había un gato que rápidamente encontró a su dueño, quien también era un turista que venía de excursión. El guía nos recibió y nos dio las normas de la institución. Asimismo, nos dijo que el pago de las entradas era a favor de los damnificados del terremoto que había ocurrido en Perú. Con respecto a este tema, recordó que muchas vidas humanas se perdieron en ese accidente provocado por la propia naturaleza e invocó la ayuda inmediata para todas las personas que sufrieron pérdidas materiales y de familiares. Además, resaltó el valor de la ayuda internacional enviada y expresó que no sólo era un bien económico, sino un motivo de esperanza y fe. En ese momento, el también catedrático universitario iba a dar su charla cuando las palomas empezaron sus trinos y cantos en la alta cornisa del patio de mi hogar, hecho que motivó que mi cabeza dejara de soñar. Me desperté aún más con el sonido de Radio María que, en ese instante, justo, empezaba el rezo del santo rosario y mi abuela, bendita hija de Dios, rezaba sola. Entonces, me levanté y me uní a esa plegaria, llena de devoción.
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