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viernes, 16 de junio de 2017

Ética y política juntas en un sólo objetivo

Escrito por Freddie Armando Romero. La política es el conjunto de actividades destinadas a lograr un determinado fin y la ética es el conjunto de principios y normas morales que regulan dichas actividades. Tanto la política como la ética son muy importantes para el desenvolvimiento y desarrollo normal, recto y adecuado de cualquier proceso y/o proyecto que si es bien implementado, llevado, conducido, monitoreado, revisado y corregido en lo que haga falta y sea necesario, dará valiosos resultados y gratificantes consecuencias que harán sentir y pensar que el tiempo invertido y dinero depositado valió la pena, rebasó las expectativas, cumplió los requerimientos e hizo que se alcanzaran satisfactoriamente las metas propuestas y trazadas y, sobretodo, logrará progresos, los cuales se traducirán en reconocimientos, consolidación de liderazgos y posicionamientos firmes y sólidos para la organización y los integrantes que la conforman.
La política y la ética van juntas de la mano, forman una dupla inseparable y constituyen una fórmula única, clave y decisiva para todo lo que queremos idear, planear, trazar y concretar en cualquier ámbito, aspecto y campo. Son el lado anverso y reverso de una misma moneda. Están íntimamente ligadas. No existen políticas perfectas sin que haya ética. En la cotidianidad, es muy cierto y comprobado que muchos actores políticos llevan a cabo planes de cáracter político haciendo caso omiso a la ética y al final sus planes terminan mal o no se desarrollan del todo bien. Es entonces que los objetivos, fines y metas quedan truncos, frustrados e inacabados y, al mismo tiempo, ocasiona que muchas personas que estuvieron comprometidas al máximo terminen perjudicadas de manera seria e irreversible hasta el punto de causar daños irreparables a la vida personal, profesional, laboral y familiar de todos los involucrados fomentando dolor, amargura y decepción en seres que dieron el todo por el todo, se entregaron como nunca y confiaron lo más preciado que tenían entre sus posesiones más valiosas. A veces tan grave, profundo y grande es el daño que la privación de la libertad o cárcel no es suficiente para satisfacer los ánimos, calmar las ansias y curar los males creados y, también, es válido que a veces las heridas tardan muchísimo tiempo en sanar y si sanan, no quedan igual como siempre fue, pues dejan marcas, manchas y cicatrices que son difíciles de borrar y que marcan un antes y un después y definen el ahora.
Participar en política implica tener a la ética al lado como algo básico, esencial y fundamental. Tener a la ética no de adorno o como si fuera algo accesorio ni para presumir, jactarse y vanagloriarse hasta el tuétano ni tampoco para armar una fachada falsa, engañosa e hipócrita ni mucho menos para aprovecharse sin ningún escrúpulo y remordimiento de cualquier situación buena, armoniosa y beneficiosa que se genere de proyectar ética. Tenerla para que guíe, ilumine y encamine los planes y proyectos por senderos de rectitud, legalidad, legitimidad, formalidad, probidad, claridad, transparencia, democracia, reciprocidad, filantropía, igualdad, inclusión social y respeto por los demás, por las libertades y por las instituciones constitucionales y democráticas desterrando la oscuridad, la irresponsabilidad, la viveza, la deshonestidad, la ruindad, la ambición desmedida, el egoísmo, el personalismo, la anarquía, el autoritarismo, el despotismo, el libertinaje, la exclusión social, la discriminación, la marginación y la burla hacia tus semejantes y las entidades que forman parte del régimen y sistema democrático y de la nación que nos ha acogido y donde vivimos.
Participar en política significa acoger con gusto, agrado y satisfacción y hacerlos propios e inherentes al ser humano los principios y valores éticos que regirán y acompañarán tu forma de ser, pensar y actuar a la hora de trazar y poner en una marcha progresiva, segura e ideal un concepto que sea para el bien común, que ayude a mejorar el nivel y la calidad de vida de todos, que genere beneficios para todos y que logre un bienestar tangible y duradero capaz de asegurar y solidificar un futuro promisorio, dichoso, con buenos augurios y exento de atribulaciones, problemas y males.
Para participar en política es necesario ser consciente de la sociedad donde uno vive, de la realidad que le ha tocado vivir a esa sociedad y de la gente con quien convive y comparte la mayor parte del tiempo. También es necesario conocer y saber los potenciales y las herramientas que pueden servir para solucionar o, por lo menos, mitigar las distintas y variadas problemáticas existentes que aquejan a la comunidad donde uno pertenece. Asimismo, es primordial hacer un análisis con todas las variables e incógnitas buscando fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas y, a la vez, hacer relaciones entre todos los factores buscando soluciones bien pensadas, justas y viables. Luego, es imperioso trazar un plan coherente y consecuente que esté cercano a la realidad y sea posible de realizarlo con todas las acciones, actividades y tareas descritas y explicadas una por una. Después, es el momento de plasmar, desarrollar y desplegar todo lo que has planificado y tratar de que su desarrollo no se demore ni se apresure, sino que vaya a un ritmo idóneo, propicio y razonable que consiga paso a paso la consecución de las metas logrando certeros y honrosos éxitos, los cuales serán compartidos y festejados por toda la gente de la localidad que sabe muy bien que se labraron bien teniendo en cuenta y practicando la ética de mil maneras, en todas sus formas y para cualquier situación o circunstancia.
Las consecuencias de aplicar la política con la ética son infinitas y otorgan grandes recompensas que tienen un alto precio en oro. La primera recompensa es que te sientes demasiado bien contigo mismo al saber que has obrado correctamente y que el mérito que te has adjudicado ha sido con tu propio esfuerzo teniendo en cuenta tus virtudes y defectos, trabajando el máximo de tus capacidades y posibilidades, y tratando y logrando entender y comprender a tus semejantes, tanto así que te sientes muy animado para seguir participando en esta labor. La recompensa número dos es que el bien que has hecho retorna multiplicado en tu vida, pues lo que haces a otros no sólo afecta y beneficia a los demás, sino también te incluye e involucra a ti convirtiéndote en parte de ese maravilloso logro. Y la tercera es que recibes reconocimiento y aplausos de propios y extraños transformándote en un agente activo de cambio positivo para tu comunidad y ayudando a que otros también se sumen a esta causa en común. Sin lugar a dudas existen muchas más recompensas, pero estas son las principales.
Anímate y haz política con ética.

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