Escrito por Freddie Armando Romero. Después de las guerras de independencia en la que Perú obtuvo su emancipación, los peruanos no sabían por dónde empezar para lograr un estado modelo que generara satisfacción en la población y que estuviera a la altura de las demás sociedades existentes en el mundo. Estados Unidos de América, independizado en 1776, estaba trabajando duro para perfilarse como potencia, mientras que la gran mayoría de países latinoamericanos como Perú optó por supeditarse a las ideas, la fuerza, la rigurosidad y la rutina marcial y estricta de los gobiernos militares, los cuales estuvieron a cargo de militares ambiciosos y poco preparados para la gestión pública y la vida civil y republicana del país naciente, quienes hicieron de la improvisación y la prepotencia sus mayores aliados.
Como todos los militares reclamaban ser parte de la independencia victoriosa del Perú, todos exigían ser parte del nuevo gobierno del país. Y esto más se agudizó ante la retirada y ausencia de los libertadores San Martín y Bolívar. Por eso mariscales, coroneles y generales generaron pugnas, anarquía y cambios continuos y atropellados en la casa de Pizarro. Y es por ello que el siglo XIX está colmado de militarismos, sin perdonar o hacer un alto al hambre desmedido de estos hombres ante situaciones críticas como el 2 de Mayo o la Guerra con Chile. Desde La Mar hasta Andrés Avelino Cáceres, uno por uno, fueron desfilando por la entrada y salida de Palacio de Gobierno.
En lo social, sólo se dio preferencia, prioridad e importancia a los hacendados, terratenientes, descendientes de españoles, mientras que al indígena, al negro y al culíe o chino se le marginó y maltrató. Los que tenían el poder en sus manos creían que sólo tenían derecho a progresar y comandar el país las personas pudientes, ilustradas y de piel blanca. Poco a poco se dio la libertad de los negros gracias al accionar de Ramón Castilla.
Asimismo, un avance importante fue la supresión del tributo indígena. De igual modo, gracias a la corriente del indigenismo de Arguedas se dio un poco más de valor a dicha comunidad y se plantearon soluciones para mejorar su condición infrahumana.
En conclusión, habría que preguntarse qué tanto ha cambiado Perú en la defensa y respeto a otras razas y etnias y en lo que es gobernabilidad y respeto al cauce democrático. Curiosamente, podemos ver que todavía en la sociedad peruana se mantienen hábitos y costumbres que tienen como base la discriminación social, racial y política. Como decía el historiador Jorge Basadre: "Perú es una posibilidad".
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