Escrito por Freddie Armando Romero. Viernes de una Lima gris por la noche. La semana de labores acabó. La gente regresa este fin de semana con algo distinto: una motivación, un sueño, una meta. Ese anhelo consiste en ver a la selección peruana de futbol ganar el partido contra Uruguay, cuyo triunfo permita lograr su pase y clasificación al mundial Brasil 2014.
Soñar no cuesta nada. Más bien, es sano en el sentido de que alimenta el cuerpo y espíritu llenándolo de buena vibra y ánimo para que después puedas desplegarte y desenvolverte en tu accionar con total comodidad y ahínco. Y así prepararte para tu siguiente sueño que te permita sentirte realizado, próspero y lleno de vitalidad.
Esta vez Perú no la tendría del todo fácil. Uruguay es un equipo fuerte, tiene técnica, táctica, arte, maestría en el manejo de la pelota, sabe cómo defenderse y cómo frenar el ataque. Perú se había estado preparando poniendo todo de su parte, corrigiendo sus puntos flacos, convirtiendo sus debilidades en fortalezas, planeando estrategias de ataque y respuesta, colocando límites a las actividades de sus jugadores para tenerlos en las más óptimas condiciones, tratando de innovar jugadas que le permitieran su pase a la final.
La gente en las calles y redes sociales no se rendía ni se cansaba de ensalzar el nombre de Perú, de gritar con fuerza consciente y a la vez demente una barra para el equipo de sus amores y pifias para el bando contrario, de ensayar estribillos, estrofas, frases, slogans, versos, rimas, confesiones y oraciones con sujeto y predicado que en muchas oportunidades ganaban cientos de “Me Gusta”, “+1” y retweets en Facebook, Google Plus y Twitter respectivamente.
La población ya sabía de lo que era la sensación de estar entre despierto y dormido, de estar en el umbral a un paso de la gloria, de sentir en toda la epidermis del cuerpo la algarabía, la energía y la emoción electrizante de ver jugar a Perú, sentir la adrenalina de cada tanto y llorar con la camiseta sudada después del juego en los camerinos. Y esta vez no iba a ser la excepción. Se tenía que ver el partido si o si.
Llega el turno del jugador peruano Jefferson Farfán, quien mete un gol que hace vibrar, gritar y palpitar a todos de la emoción. Pero, a su vez, el sudor en la frente no es suficiente, pues ya Uruguay tenía casi todo el control del partido y del marcador. Es entonces que se desprende una lágrima que bordea la vista de todos los asistentes y espectadores domiciliarios. Y es entonces que todo un país tiene que comprender por las buenas o por las malas que el sueño de ir a un mundial se tiene que posponer hasta el 2018.
El 2 a 1 de Uruguay frente a Perú sirve de aliciente para que el equipo futbolístico del pueblo peruano se prepare mejor tanto físico como psíquico para el próximo torneo mundial del 2018. El simple y solo hecho de no ir a Brasil 2014 no significa que se renuncie al sueño tantas veces acariciado por muchos, sino en prepararse mucho mejor para encarar al más duro rival. Siempre habrá chance para ganar. Cabe recordar, por último, que el que persevera, siempre alcanza.
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