Escrito por Freddie Armando Romero. El Perú es un constante desafío, un país que está constantemente en agenda para poder entender, comprender, seguir de cerca, resolver y procurar que sus destinos estén más cerca de la felicidad y prosperidad que de la fatalidad y las malas decisiones que puedan precipitar alguna catástrofe o desgracia. Este país es un reto porque la historia, desde el incanato hasta la actualidad, ha hecho que distintas culturas, costumbres, tradiciones, corrientes, vertientes, mentalidades, pareceres, teorías, concepciones, tesis e ideologías se junten en un solo territorio y convivan intentando comprender y respetar tanto a uno como a otro y den pie al aprendizaje de lo bueno, sano, productivo y beneficioso, para construir un mejor país insertado en el mundo y el cosmos que se diferencie y distinga ante los ojos de todo el mundo y, de esta manera, marque la pauta y la tendencia de lo que se debe hacer a nivel global. El problema es que ante tanta variedad, no se sabe cómo encontrar el común denominador que una a todo un pueblo, al que le es difícil comprender su riqueza multicultural en cada sector, campo y rubro. Y justamente de eso vamos a tratar en las siguientes líneas.
Un gran problema que está latente y falta solucionar es la marginación al indio o cholo como comúnmente se le conoce. América, principalmente América del Sur, estuvo poblada de indígenas que terminaron construyendo el Gran Imperio del Tahuantinsuyo o de los Incas que sentó las bases de una cultura, una organización política, un modo de vida y una forma de cómo hacer que una sociedad grande se conduzca a nivel continental. Todo cambió y sufrió una serie de transformaciones cuando se entró en la época de colonización, descubrimiento, conquista y expansión territorial. Entonces, es ahí que las razas iniciaron el proceso de mestizaje y al ver que, según ellos, las autoridades de la época, se debía de reglamentar y establecer un orden, un patrón, una medición y, más que todo, una ley, empezaron a hacer un proceso de discriminación, descarte y etiquetado. Tal es así que en los museos que explican este fenómeno podemos encontrar los nombres y calificativos como criollo, mulato, indio, negro, mestizo, europeo o denominaciones como raza aria, raza negra, raza china, raza amerindia. Y lo malo es que este problema trasciende y se hereda a través de los años por el modo de vida, el estilo de crianza, la forma de sociabilizar, la manera de reaccionar y comportarse ante distinta situación, coyuntura, contexto y crisis política, social y económica. Y es por eso que el Estado Peruano debe normar, dar leyes, establecer los parámetros y dar las garantías para que el problema de la discriminación se corrija y se empiece a dar signos progresivos de igualdad racial. Una vez superada la discriminación racial, se podrá ver que todos gozan de igualdad de oportunidades en lo académico, laboral y social, igualdad racial en la misma vida civil. Si no se resuelve el problema del indio que ha pasado por distintos momentos como la opresión del Virreinato, la política discriminatoria de Pardo Lavalle y la marginación diaria que se vive en el trato cotidiano de cada estamento del aparato estatal y las empresas privadas, entonces ahí pasaremos a guerras internas y conflictos sociales que traerán el retroceso, el paro de la actividad productiva nacional y lograremos tener un estado o país que no sea inclusivo. Lo ideal es un estado nación homogéneo. Recordemos que nuestra raza es chola y nuestra nacionalidad es peruana. Recordemos también que el que no tiene de inga, tiene de mandinga. El indio merece una vivienda, empleo y educación dignos, que lo enaltezca y que no lo humille. Si todos aprendieran de Fray Bartolomé de las Casas, aquel religioso que dedicó su vida por defender al indio y asegurarle un mejor futuro en pleno Virreinato del Perú.
A partir del siglo XX, los gobiernos de turno como mandatos de la República Aristocrática, como los militarismos de Sánchez Cerro, Benavides, Odría y Velasco, como los presidentes de corte civil regidos por una doctrina partidaria, una ideología y una base programática sólo miraron a Lima como el centro y epicentro de los poderes del Estado y dieron la espalda a las provincias del interior del país. A este fenómeno y proceso se le llama Centralismo, el cual es un problema para el desarrollo y progreso de los ciudadanos y campesinos del interior del país que no tienen las necesidades básicas a la mano y que son obligados por la necesidad a viajar hasta la capital en busca de mejoras y un mejor bienestar. El centralismo daña al país porque los bienes y servicios no llegan a todos. Este problema se debe más que todo a las malas decisiones gubernamentales y a la mala forma de administrar la riqueza tangible e intangible que tiene el país. Quinquenio tras quinquenio los gobernantes se preocupan por resolver problemas pequeños y minúsculos que están a su alcance y que son fáciles y no miran más allá para lograr que lo macro se resuelva de una buena vez y evite una crisis nacional. Es por eso que pobladores de costa, sierra, selva, del norte, centro, sur, oriente y occidente se manifiestan en las calles de la capital portando afiches, pancartas y un pliego de reclamos que exigen y que esperan que sea atendido por las autoridades del aparato estatal para que se termine el drama que viven en sus localidades. El problema es que el Estado Peruano vive de espaldas al país y sólo se limita a brindar una función asistencialista, la cual muchas veces no logra cumplir a cabalidad por falta de experiencia de las personas que están al frente; falta de infraestructura para llegar a tiempo y atender a los que necesitan ayuda inmediata; falta de organización para nombrar personas indicadas e idóneas para el cargo, para determinar cuáles son las prioridades que se deben llevar a cabo, para reglamentar y saber que va y que no va, para deberse a un cuadro de jerarquía y obedecer la línea, el modelo y la idea de poner en marcha el proyecto sin discusión alguna, la falta de materia prima y mano de obra capacitada y empoderada con el punto fijo en el objetivo y la meta. Entonces, soy un convencido que el aparato estatal debería de empezar a delegar algunas funciones y tareas que no es capaz de hacer y que bien podría hacerlo los gobiernos regionales, las municipalidades y las gobernaciones para al final lograr un estado eficaz, eficiente y efectivo, el cual sea capaz de satisfacer las demandas de una población que requiere más presencia del presidente y su equipo. Y es que muchas veces, tanto el presidente como sus ministros y congresistas no llegan ni hacen nada por la zona que necesita ayuda y una intervención política, social y económica. Un estado vivo, vigente y presente en todo momento y lugar es lo que necesita el Perú.
Para finalizar, el Perú en la constitución está reconocida como un estado nación, pero eso muchas veces no se cumple por la idiosincrasia del peruano, la coyuntura de la cual es partícipe y su situación como ciudadano con deberes y derechos que forma parte del país. Es imperiosamente necesario que tanto el Estado, la sociedad civil, las fuerzas del orden y toda la ciudadanía y el campesinado se unan con miras a una lista básica de objetivos, dentro de las cuales están la erradicación de la marginación y discriminación del indio o cholo y el término de una política centralista para que tanto el Ejecutivo, Legislativo y Judicial estén presentes visiblemente en cada rincón del país. De nosotros depende hacer un mejor país. Recuerda que tú también puedes ser motor de cambio.
Como mensaje final puedo decir que el Perú tiene sus problemas y desafíos y que yo soy pieza clave en la solución de los mismos. Se puede aprender a conocer una realidad que no es ajena a nadie y que a cada uno de nosotros le puede tocar. El Perú es una posibilidad como decía Basadre. Pero de nosotros depende que esa posibilidad sea buena y nos dé logros que hagan crecer y realizarse al mismo Perú y a su gente.
Fray Bartolomé de las Casas, el protector de los indios
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