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viernes, 30 de septiembre de 2016

La Madrastra y el Hijastro

Escrita por Freddie Armando Romero. Saul Perrault se casa, a pesar de todo, contra todo pronóstico, y se va de luna de miel en un yate a recorrer las Antillas Holandesas y las Bahamas con Rachel Voltaire, de 35 años, mujer 10 años menor que él, y con Paul Perrault, su hijo de 18 años. Ocurre durante horas en la noche una terrible tempestad, la cual el barco no puede controlar. Tal es así que el mastil se cae sobre el cuerpo de Saul ocasionándole la muerte instantánea y una gigantesca ola aplasta a la embarcación y barre a Rachel y Paul, quienes terminan mojados y con múltiples lesiones en todo el cuerpo. El más afectado es el chico Perrault, quien llora por la ausencia de su padre y por no poder sentir el movimiento de sus piernas. Un helicóptero los localiza por aire y manda al guardacostas con una lancha para que los rescate y evacue en plena madrugada, en horas de mucha tensión, ansiedad, angustia, incertidumbre y dolor de cabeza que los imposibilitan a que continúen durmiendo. Después del día en que le dan cristiana sepultura a Saul, la vida continua. Rachel se hace cargo de los negocios de su difunto marido y asume la responsabilidad de que a Paul no le falte nada y que continue con su rehabilitación para volver a dar movilidad a sus piernas para que en el menor tiempo posible se reincorpore nuevamente a sus estudios en la universidad. Al principio, Rachel tiene que bañar, vestir, darle de comer y sacarlo a dar una vuelta a Paul. Esto en un comienzo no es fácil, pues, con lo temperamental que es el hijastro, surgen a cada rato disgustos, discusiones, reproches y sentimientos de culpa y arrepentimiento. La madrastra hace un esfuerzo y logra conectar y entenderse con él. Se puede decir que esta situación se traduce en una cuestión de empatía, inteligencia emocional y lucha contra la adversidad. También es muy cierto que puede surgir alguna que otra crisis existencial, en la cual los dos se pueden preguntar interiormente ¿qué hago con mi vida? ¿cómo vivo sin Saul? ¿podré salir airoso de este mal momento? Y es que la vida cambia de sobremanera cuando falta un ser querido, quien era parte del engranaje, de la vida diaria y cumplía un rol importante tanto en el plano personal como profesional. No obstante, a medida que pasa el tiempo, ellos aprenden a sobrellevar, asimilar y manejar el dolor reciente y con el correr de las horas, días y meses lo van superando, llegando, no solamente a rehacer sus vidas y tener otras ópticas y perspectivas para el futuro, sino que también se llegan a enamorar. Rachel se enamora cada día más cuando ve el torso desnudo de Paul y le pasa la esponja para poderlo bañar. Es ahí cuando ella ya no lo ve como madre, sino como mujer. De igual forma, la madre postiza tiene que hacer un acto de abstinencia constante cuando lo tiene que vestir al ver que sus brazos todavía están enyesados y las piernas no responden por un tema psicológico y por las múltiples contusiones, moretones e hinchazones que estas todavía poseen. En cuanto a él, ella no le es indiferente y comienza a sentir deseos que luego se convierten en pasiones, los cuales terminan transformándose en una vorágine incontrolable de sentimientos fuertes e inevitables. Pasado medio año de rehabilitación, ella y él no se pueden contener y un día terminan juntos en la tina, a pesar de que él todavía sentía dolor al moverse. Paralelamente, Paul conoce a Pamela Poitier, una joven contemporánea, quien también está en rehabilitación y que siente un creciente cariño hacia su compañero. Tal es así, que Pamela y Paul terminan siendo novios ante la impotencia y celos silenciosos de la Sra. Voltaire, su madrastra. Pasado el año, la madrastra corría en repetidas ocasiones en plena madrugada a la habitación de su hijo postizo para meterse en su cama y desencadenar un torbellino de ardiente emoción, a la cual el chico también respondía. Más adelante, Paul termina exitosamente su rehabilitación, finaliza algunos cursos para graduarse y fija fecha para la boda que tendrá con Pamela Poitier, su prometida. Nuevamente, a Rachel no le agrada la decisión y en esta ocasión opina delante de toda la familia que es una decisión apresurada. Por el contrario, la familia opina diferente y todos dicen al unisono que si los muchachos se quieren de verdad, lo lógico es que se casen como Dios manda. Paul en ese momento no dice nada y se mantiene callado; pero, sus ojos febriles no dejaban de mirar a su madrastra de pies a cabeza generándose un magnetismo, a la cual ella respondía con una sonrisa disimulada y discreta. Pasan unas semanas y una noche antes de la boda, esta vez es Paul, quien entra al cuarto de Rachel para entregarse mutuamente. Durante toda la madrugada no hay nada prohibido para ellos dos. Sólo existen el uno para el otro. Parecen dos volcanes que erupcionan y en donde hierve la sangre de la atracción fatal. Ya muy temprano en la mañana, tanto el joven como la señora se alistan para el matrimonio. Llegan al altar y la situación se torna complicada para Rachel, quien tiene que entregar el novio a la novia en la ceremonia. Al igual que Rachel, Paul no sabía qué hacer. Lo único que él hacía en ese crucial momento era hablar monosílabos y poner la cara de piedra. Se terminan casando los jóvenes. Se van de viaje después. Y la viuda Perroult se resigna a perder al jovenzuelo en el mes que él está ausente con su flamante esposa y empieza a salir con un señor de su edad; pero, para ella, esa relación no era lo mismo que había tenido antes, pues ella pensaba que a ese cariño le faltaba adrenalina, riesgo, misterio y muchos más ingredientes para que resultase realmente satisfactoria y placentera. Sin embargo, aún así y a pesar de todo, ella sigue frecuentando y saliendo con su otoñal pretendiente. Tiempo después, la joven cabeza de la familia, Paul Perroult, recibe la buena nueva que Pamela, su recién esposa, está esperando un bebé que será varón. El embarazo se complica surgiendo el dilema de abortar al niño para salvar la vida de la nueva mamá. Pero, Pamela, fiel a sus convicciones católicas, decide que se salve el niño, quien termina naciendo a los siete meses propiciando la muerte de su sacrificada mamá. Por su parte, Paul está muy feliz; pero, al mismo tiempo, le embarga la nostalgia y la tristeza, pues aprendió y llegó a querer a la señora Poitier de Perrault, su esposa. Rachel, su madrastra, se enternece y se apiada de él, y decide ayudarlo en los primeros meses de vida del recién nacido, quien también se encontraba en riesgo de morir, pues había nacido con poco peso. El bebé se mantiene estable y crece haciéndose mucho más fuerte de lo que estaba. En todo ese lapso de tiempo, Paul admira la dulzura, la entrega y el amor incondicional que pone Rachel en la atención y crianza de su hijo. Y de esta manera, se revive el amor fuerte y duradero que se tenían ambos. Para ello, ella rompe su compromiso con el señor que la cortejaba y decide estar toda la vida con su joven amor, quien nuevamente la hace vibrar y suspirar todas las noches. Rolf Perrault, el hijo de Paul, cumple un año de nacido y festejan su cumpleaños con bombos y platillos. Es en esa celebración que Rachel y Paul deciden casarse, lo cual sorprende a toda la familia, quien da una negativa en coro como respuesta. A pesar del qué dirán, de las habladurías de la gente y de la falta de aprobación de la familia, la cual se tradujo al no asistir ningún miembro de la familia, la madrastra y el hijastro se casaron ante la ley de Dios en una parroquia cerca de la casa. La consecuencia de esto fue que Paul Perrault perdió a su hijo cuando su hijo llegó a la adolescencia; porque, Rachel, la madrastra de Paul y Rolf, enamoró a Rolf y lo convenció para que los dos huyeran juntos, haciendo un desfalco en la corporación y, de esta manera, llevarse todo el dinero. Al no tener presupuesto, Paul tuvo que comenzar de cero, lo cual no fue impedimento para que él fuera muy dichoso con Jimena Jenkins, la deseada empleada de su casa que gemía cada vez que Paul le hacía el amor y le decía que gimiera una y otra vez para sentir cómo se estremecía su contorneado, terso, firme y delicado cuerpo y que a la cual terminó haciéndole un hijo al cual le puso como nombre Jerome. En cuanto a Rachel, la madrastra y verduga fue atrapada a los 5 años siguientes por la Interpol de Migraciones cuando iba a trasladarse sola a otro país con un pasaporte falso. Cuando le preguntaron por Rolf, respondió que estaba encerrado en un internado para jóvenes porque, según ella, Rolf era muy inmaduro y débil de carácter para ella y los planes que tenía en mente. Luego de esto, Interpol avisó a Paul sobre el paradero de Rolf, Rachel y lo poco que quedaba del dinero. De inmediato, Paul les dio el encuentro a los agentes de la Interpol, vio a su hijo Rolf y los dos se abrazaron, se pidieron perdón y juraron comenzar una nueva vida, en la cual no se separen nunca. También en ese momento, Paul vio una vez más a Rachel, quien astutamente le robó un beso breve para luego reirse en su cara. Ante esto, Paul le dijo seriamente que ella ya no significaba nada en su vida, que por fin había encontrado el amor de su vida junto a una muy buena y mejor mujer que ella y que iba a hacer todo lo posible para que ella y sus malos hábitos y manías se queden en la cárcel para que ya no hagan daño a nadie más nunca. Rachel es declarada culpable en el juicio que se le sigue y cuando está siendo trasladada al penal de máxima seguridad, el carro policial choca contra un trailer pesado de combustible que aplasta el vehículo policial de Rachel, matándola instantaneamente para luego explotar en mil pedazos debido al fuego y la gasolina derramada. Es así como termina esta furtiva y carnal historia de amor, donde tanto Paul y Rolf aprenden la lección de conocer primero a la persona antes de dejarse llevar por la pasión y el deseo y, sobretodo, antes de involucrarse y comprometerse con alguien que sea demasiado vieja o demasiado joven.

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