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sábado, 17 de septiembre de 2016
Felix Heine y Livia Fourment
Escrita por Freddie Armando Romero. Livia era una estatua de piedra y cemento que en sus pies pisaba una serpiente. Felix era una estatua humana que todos los días iba a la plaza mayor de la ciudad a realizar variadas performances para ganarse la vida honradamente, pagar algunos talleres y cursos que le otorguen una certificación en algún oficio y así salir adelante. Cada mañana se quedaba cautivado por la belleza de la estatua e, incluso, la incluía en varios actos artísticos. En un principio, debido a su idiosincracia, Heine creyó que la estatua era una virgencita. Pero, luego leyó la leyenda que había en una placa recordatoria de metal y en ese instante supo que se trataba de una joven proveniente del pueblo de Salem que valientemente se enfrentó al demonio, salvó a varios niños de su pueblo y restableció la paz en cada una de las casas de dicho pueblo. Es por eso que se le levantó una estatua en su memoria con el detalle de que ella pise una serpiente. No se sabe cuál fue el costo real de su sacrificio, pero lo cierto es que ella triunfo y venció al mal, convirtiéndose así en un mito que perdura de generación en generación, a través del tiempo y que se transmite oralmente de abuelos a padres y de padres a nietos. Algunos señores centenarios tienen el dato no confirmado que la estatua de Livia no se esculpió, sino que es la misma Livia que, después de su lucha, quedó convertida en piedra y cemento. De igual modo, el material con que está hecha la escultura no se ha podido precisar, pues algunos creen que es argamasa (una mezcla de concreto hecha a base de huevo), otros creen que es salitre, pero el salitre que había en la zona se acabó cien años antes de que ella apareciera, otros piensan que es sillar, pues ella es bien blanca como los copos de algodón de las haciendas algodoneras cercanas y algunos pocos han llegado a la conclusión que está hecha de adobe y es por eso que muchos rezan a diario para que no ocurra un terremoto que sacuda la ciudad y se traiga abajo la escultura. Sin duda, y en eso todos se ponen de acuerdo, Livia Fourment, el bello monumento de mujer, está hecho de un material muy fino, el cual genera curiosidad, pues muchos quisieran construir casas, edificios y otros monumentos más con ese mismo material.
Un anciano se le acerca a Felix y le dice que se acerca el Triduo Pascual, donde hay indulgencias plenarias, misas, cánticos, bailes, procesiones y pedidos que se pueden hacer realidad. Luego, le pregunta si es que ya pidió su deseo. Y Heine le contesta que no y, a la vez, le pregunta cómo puede hacer su pedido. A lo que el viejo le contesta que detrás del monumento hay una rendija que da lugar a un antiguo pozo seco muy hondo, el cual ha servido para que miles de personas depositen cartas con sus más caros y deseados anhelos, incluso llegan a depositar monedas. Por realizar esa costumbre, se han originado infinidad de milagros, los cuales se le atribuyen a Miss Fourment. Pero, el Vaticano, por el contrario, cuando debería reconocer su santidad y poder milagroso, se ha negado a hacerlo, se muestra escéptico y más bien condena la actitud y la devoción a una estatua que pretende imitar a la Virgen María y quitarle el sitial que le corresponde como la más grande mujer sin pecado concebido. No obstante, esto no impide que la gente le siga teniendo fe y acoja a la estatua como un elemento importante propio de la cultura popular y natural de las raíces del pueblo. Así que el abuelo termina diciéndole a Felix que él puede pedir con total y plena confianza lo que él desee desde lo más hondo y profundo de su corazón. En respuesta a esto, Heine le contesta que lo que más desea es encontrar en la vida una mujer como ella, con su mismo cuerpo, su mismo cabello, sus mismos ojos y sus mismos labios. El señor de la tercera edad se queda pensativo durante varios segundos mientras que lo escucha, sonríe y luego le contesta que si quiere una mujer así, sería mejor que se robe la estatua o le tome una foto para esculpir una obra igualita a ella. Terminada la conversación, el adulto mayor se retira del lugar riéndose a carcajadas.
Felix, en un momento, se le ocurre que en su taller puede hacer una escultura igualita. Y es así como hace una escultura que queda igualita; pero, viéndola bien, concluye que no es la original. Estando insatisfecho, llega al colmo de comprarse una mujer inflable con la que duerme abrazado todas las noches. Con tanta fuerza abrazaba a la mujer de plático que terminó desinflándose a las pocas semanas.
Heine trata de olvidarse de la estatua. Incluso llega a cambiar su lugar de trabajo para realizarlo en una plazuela cerca a la plaza mayor. Pero, lastimosamente, cada día, cuando termina la tarde y empieza a oscurecer, tiene que ir a tomar la línea del bus que va a su casa en la plaza mayor. Y, justamente, cuando va al paradero de la plaza más grande de la ciudad, es cuando ve al monumento de mujer que es Livia Fourment. Esta rutina se repite hasta el día que es sábado de gloria, un día antes del domingo de resurrección. Es ahí que, con los ojos rojos repletos de lágrimas y con un llanto que le hacía doler la cabeza, le habla a la estatua, le dice que ya no puede más y le confiesa su amor. Luego, se pregunta si es que existe alguien superior a la estatua que le pueda realizar el más grande y maravilloso milagro de toda su vacía vida. Después de ese instante lleno de súplica, piedad y misericordia, aparece en el cielo azul de la noche una estrella que juega increíblemente en los aires, pues se acerca y se posa en la luna, luego da vueltas alrededor del satélite y luego entra en un ejercicio de acercarse y alejarse ante los ojos atónitos de Felix, quien agarra su smartphone, prende su cámara de fotos y trata de capturar una imagen de esa traviesa estrella. Esa misma foto la sube a Twitpic y la tuitea. Enseguida, sus followers le reclaman que esa foto está velada, pues no se ve nada. Él se queda sorprendido mirando la estrella y tratando de mirar una y otra vez la foto que tomó con su celular. Nuevamente, el anciano, quien era su amigo, se acerca y le dice riéndose a carcajadas y en son de burla que ahora resulta que se enamoró de una estrella. Heine no le hace caso, lo ignora y más bien aprovecha la oportunidad para pedirle un milagro a la estrella, pensando que si Livia se parece a Santa María pisando una serpiente, entonces la estrella juguetona debe ser la estrella de David que guió a los tres reyes magos y los pastores en Belén. De esta manera, Felix le pide que Livia sea de carne y hueso; bueno, más bien de mucha carne para abrazarla muy fuerte y llenarla de muchos besitos. La estrella se detiene, oscila un largo rato hasta que llega a desaparecer. El jovencito opta por retirarse y cuando está cruzando la esquina para ir por la avenida para llegar a su casa caminando, la estrella aparece y una luz radiante, mágica y llena de polvo cósmico ilumina la estatua durante un cuarto de hora. Después de esto, se paga esa luz, la estrella se esconde detrás de la luna y todo vuelve a la normalidad como si nada hubiera pasado. El muchachito con la cabeza agachada y, al mismo tiempo, viendo que la plaza estaba sola, sin ningún alma y sin ningún medio de transporte con el cual irse a su casa, se marcha caminando. Cuando está por la tercera cuadra, empieza a llover y toda su ropa se empapa. Llega con los zapatos enlodados a la morada, donde vive.
Al día siguiente, el chico vuelve a la plaza mayor para hacer sus jocosas e innovadoras piruetas y se lleva con una sorpresa: el monumento de Livia Fourment había desaparecido. Nadie en la plaza ni en el mercado ni mucho menos en las instituciones principales de la ciudad se lo podía explicar. El anciano de siempre que pasaba por ahí le reprochó al jovenzuelo el habérsela robado en plena madrugada cuando no había nadie en la calle. El viejo lo acusó con el dedo estirado y le dijo que tanto era su ímpetu, su obsesión y su idea recurrente y enfermiza que vio la mejor forma de sacar la escultura, algo que es considerado por todo el pueblo como patrimonio cultural y símbolo de las raíces de los pobladores. El buenmozo rechazó la acusación y dijo que no, que no era culpable, que lo estaba difamando delante de toda la gente reunida en la plaza y que, primero, se debía averiguar para llegar al fondo de este asunto y dar con los verdaderos responsables, quienes debían recibir un castigo ejemplar que sirva de lección a todo el mundo, principalmente a los jóvenes y niños nacidos en esta nación. De repente, sale una mujer de la multitud que se hace llamar Liesl Van Der Meer que calma a la población enardecida, hace entrar en razón al viejo y que finalmente se presenta como una profesional de las artes escénicas que sabe hacer mimo, claun, acrobacias circenses y ballet, dejando en claro que conocía muy bien cómo hacer la danza de los siete velos, su mejor performance y que perteneció a Salomé, la joven enamorada de Juan El Bautista en tiempos de Jesucristo. Y, junto con ella, se presenta alguien al que refiere como su asistente y compañero de trabajo y cuyo nombre es Liubomir, quien también es un mago que hace trucos y actos ilusionistas. Ante esto, Felix, lo único que hace es mirarla sin parar un buen rato, encontrándole un gran parecido con Livia Fourment; pero, al final, llegando a la conclusión que ella estaba muchísimo mejor que la estatua, pues tenía talla y entalle y una figura que, sin lugar a dudas, sería la delicia para cualquier pretendiente que se acercase a ella. Esta actitud le llama la atención a Liesl, quien le pregunta con una sonrisa y las mejillas coloradas que si se le perdió algo. Heine le contesta que ha visto la fascinación hecha persona y que ahora la plaza se va volver más atractiva con su presencia. Miss Van Der Meer sigue sonriendo y lo rojo se le expande por toda la cara. En eso interrumpe Liubomir, quien dice que ya es mediodía y hasta ahora no se ha comenzado a trabajar. De esta manera, Mr Heine y Miss Liesl comienzan a actuar juntos en la plaza y el resultado de esto es que forman una sinergia nunca antes vista en el mundo de las artes, la cual se vuelve modelo de admiración y la base para llevar a cabo muchos más proyectos artísticos con ellos y con otros grupos de arte. De igual modo, poco a poco, de la química amical se pasa a una atracción inevitable y de esa dichosa atracción se pasa al fuego ardiente del amor, lo cual no le gusta mucho a Liubomir porque esto significaría que Felix y Liesl comiencen un proyecto dramático juntos y esta vez sin la presencia del mago. Entonces, es en este momento que Liubomir le dice una y otra vez a Liesl que Felix le está robando público y toda la atención que siempre debía centrarse en ella. A la chica no le gusta para nada lo que ocurre, pues piensa que ella tiene muchísimo más potencial y preparación que el muchacho que la secunda. Al instante, nuevamente, Liubomir le dice con una cizaña camuflada que ahora es ella la que lo secunda a él. Después de dicho esto, Liesl empieza a malinterpretar el buen espíritu, corazón e intención de Felix. Ella se vuelve más celosa profesionalmente y Heine no sabe ni mucho se explica que le puede estar pasando u ocurriendo a Liesl. Todo esto se repite día a día. Las cizañas de Liubomir y la suspicacia de la señorita Van Der Meer son una rutina incorregible. Hasta que un día, ella tropieza y se cae en uno de los actos, lo cual hace que ella le eche la culpa a él por no tener el cuidado, la atención y la concentración en el trabajo. Lo peor de esto es que esto ocurre delante del público que por ahí pasaba, el cual, al ver a la señorita en el piso, explotaron los labios y gargantas en fuertes carcajadas. Esto no le causa gracia a la damita, quien mira cómo Felix baja la cabeza de la verguenza y se le traba la lengua de los nervios. Con esto se pone punto final a la relación profesional y al idilio que tenían ambos tortolitos. En cuanto sucede esto, Liubomir se alegra y disimula su sonrisa. Y desde ese momento, Liesl trabaja en la ala oeste de la plaza y Felix se desenvuelve actoralmente en el ala este.
Pasaron días y muchas semanas, muy cierto que Liesl estaba molesta y resentida con Felix; pero, también era cierto que aún quedaba esa llama de amor y pasión que nació y creció en ellos dos. Tanto Liesl como Felix trataban de no ceder e ir corriendo a pedirse perdón el uno al otro. Los números artísticos no eran como los de antes. Cada día cada vez menos gente dejaba de acercarse, aplaudir y dejar su colaboración a ellos dos. Respecto a las emociones, Heine perdía poco a poco el sentido de la vida, ya no sabía cuál era su norte, le faltaba esa palabra de aliento que Liesl siempre le daba, pues ella era su complemento más perfecto. Lo mismo pasaba con la chica Van Der Meer, a quien le faltaban ganas para comer y dormir en las noches, sufriendo pesadillas y feos sueños premonitorios. Ella estaba demacrada y con ojeras y él se quería morir. Esto repercutió en el show que la mujercita dio ante un importante número de gente por el día fundacional de la ciudad. Llegó el momento más esperado por todos cuando de repente ella realiza una ironía, algo que indigna y enfurece a la cultura del pueblo. En ese instante, los asistentes no se quedan de brazos cruzados ni tampoco agarran tomates o huevos para lanzarselos a la artista. En ese momento, toda la gente se dispone a correr tras ella para maltratarla. Y es ahí cuando Mr Heine actúa, va en su auxilio y corre a defenderla. Para que no la agredan, él la empuja ocasionando que ella caiga al piso, golpeándose la cabeza. Gracias al golpe, ella puede volver a recordar muy rápidamente que ella en una vida anterior se llamó Livia Fourment, aquella joven que se enfrentó al malvado hechicero, quien era nada más y nada menos que Liubomir, el cual quedó convertida en una serpiente que en el acto pisoteó y que, debido a la pisada, muchos niños y jóvenes pudieron ser rescatados y salvarse y así dar paz al pueblo; pero, también, implicó que la heroína de esta historia quedara petrificada junto con la serpiente muerta. Terminada esta revelación, Liesl se levanta y lo único que hace es abrazar a Felix muy calurosamente. Los dos se colman de una alegría desbordante y juran no volver a separarse nunca más. Es entonces que Liubomir le grita que esta vez no se va a salvar y la persona que va a morir va a ser ella. Dichas estas palabras, el hechicero agita la barita mágica, lo cual no le da tiempo porque pasa un niño con su bicicleta y, para impedir no ser golpeado, salta para atrás llegando a la pista, en donde es arrollado por dos camiones y un trailer. Después de esto, su cuerpo no aparece por ningún lado. Pasado este impase, Felix Heine y Liesl Van Der Meer retoman sus actividades juntos, presentando un número de variedades especial y extraordinario, el cual es aplaudido a viva voz y con palmas sonoras por el público. La reacción inmediata es que ellos se dan un fuerte abrazo y un prolongado beso. Más adelante, la máxima autoridad de la ciudad le ofrece a la pareja de jóvenes trasladar su gran espectáculo al teatro de la localidad, el cual tiene lleno total y logra records de asistencia. Es por eso que la pareja de novios se pone a celebrar en la noche a la luz de las velas y brindan con un buen vino, mientras que la luna que los miraba en un ratito se hizo la desentendida y cuando Feliz la vio escondida, se arrodilló ante Liesl para entregarle toda su vida. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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