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lunes, 19 de septiembre de 2016
El príncipe aymara de la urna de cristal
Escrita por Freddie Armando Romero. Un príncipe aymara tenía el don de sanarse con el fuego. Su hermano, quien también era heredero al trono, se preguntaba cómo lo hacía. El príncipe aymara un día le enseñó y el hermano, de inmediato, apagó el fuego quedando solamente cenizas. La princesa, pensando que eran recuperables y teniendo fe, reunió y juntó las cenizas en una esfera de carbón. El hermano se dio cuenta de aquello y cambió la esfera por una simple. Y la esfera original la guardó en una urna de cristal que colocó en una cava. Pasó el tiempo. El hermano se convirtió en rey y desposó a la princesa, quien ya tenía un hijo del príncipe de la urna, a quien le gustaba desde bebe cómo los carbones se convertían en diamante. Un día el niño se metió a la cava y tomó el carbón de la urna, el cual, haciéndole una cuidadosa y contundente frotación, lo transformó en un diamante luminoso que, de inmediato, cegó al rey usurpador, quien ya no pudo ver más, lo cual hizo que interiormente maldijera a su hermano atrapado en la esfera cristalina. La reina, por su parte, se dio cuenta que era un buen accesorio de orfebrería para unas orejeras y un collar; y, enseguida, lo mandó a trabajar. El usurpador se quedó callado, riéndose dentro de sí mismo y mandó a que lo escoltaran a sus aposentos para descansar. En plenas labores, cuando el empleado llevaba el diamante para cortarlo, el rey tirano, con su vara que se guiaba para poder caminar, le hizo zancadilla a dicho empleado para que se tropezara. Pero, felizmente, el niño lo atrapó y se lo dio a su madre, quien, pensando en que ahora si iba a disfrutar de sus joyas artesanales, le dio un beso al diamante, lo cual hizo que el desaparecido príncipe aymara apareciera de nuevo y recuperara su figura humana, esposa, hijo, familia y reino. El hermano traidor en un santiamén murió, lleno de ira, de una fuerte impresión al oir nuevamente la voz de la legítima autoridad, el Príncipe Ayma. Después de que Ayma y su familia enterraran al perverso pariente y le rindieran tributo a la Madre Tierra, los aymaras vivieron felices y seguros con su rey. Y, de esta manera, termina la leyenda del Príncipe Ayma que se salvó de estar atrapado de por vida en una esfera encerrada en una urna de cristal. El relato se creó en mi viaje a Puno, precisamente cuando estaba en la biblioteca del departamento para luego dirigirme a Desaguadero para de allí recorrer La Paz, El Alto Perú, Cochabamba, Santa Cruz y, finalmente, Tarija, cerca a la frontera Bolivia – Argentina. En Tarija vi en migraciones el retrato del presidente Evo Morales Ayma, cuyo nombre descifre y entendí como El Magno Anima (EMA).
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Soy Freddie Armando Romero Paredes. Tengo 35 años de edad. Nací el 25 de febrero de 1986 en el Hospital Edgardo Rebagliati Martins de Jesú...
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