Creado y escrito íntegramente por Freddie Armando Romero Paredes. Todo comenzó cuando Maruca Arbenz se casó con Leo Alem, un militar argentino, quien tenía como carta de presentación el haber luchado por la democratización de las instituciones estatales en la guerra de secesión de su país. El caso es que en pleno conflicto desapareció sin dejar rastro y dejándole como compañía al pequeño de 3 años que procrearon juntos y al que le pusieron de nombre Leandro Alem. Después del penoso episodio, Maruca quiso ser monja y consagrar su vida a Dios. En el proceso de discernimiento, Maruca conoce a Genaro Antequera, quien era claun de oficio y que estaba discerniendo para ser sodálite consagrado, lo cual al final cambia y opta por ser Familia Nazareth junto con Maruca y el pequeño Leandro Alem Arbenz. Lo malo es que durante el discernimiento malograron a Genaro, volviéndolo un ser hipócrita, morboso, mañoso, sumiso y con una profunda y continua crisis emocional y existencial. Es por eso que durante la convivencia de Maruca, Leandro y Genaro, el pequeño Leandro lo miraba con duda y mantenía cierta distancia porque no confiaba enteramente y más bien prefería a su mamá de toda la vida que a una persona como el que recién había aparecido. Maruca pensó que había que darle tiempo al tiempo. Hasta que un día Genaro Antequera le dice a Maruca Arbenz que ya era hora que el pequeño Leandro se bañe con su papá en la ducha. Es entonces que Genaro en pleno baño se convierte en un degenerado y empieza a pasarle el jabón por el cuerpo. Cuando está por sobrepasarse con la lavasa y espuma del jabón y shampoo en sus partes íntimas, el niño de 6 años sale y corre de la ducha a su habitación; y, Genaro, como está gordo, se resbala y cae afuera de la ducha. Leandro, desde ese momento, se promete a si mismo no volver a confiar más en su padrastro. Cuando Leandro participa en las Olimpiadas Escolares, llega a tener un accidente que pone en riesgo su vida. Y es que a Leandro le falta una transfusión de sangre y nadie en la familia tiene ese tipo de sangre. Es entonces que los enfermeros del Hospital Militar Central hablan con el director del centro de salud, quien es Leo Alem que por una cuestión de estrategia militar había escapado del campo de batalla para dar el contraataque al bando enemigo y quien de inmediato ordena que lo den por muerto y lo reemplacen por otro cuerpo. Leo se da cuenta que es necesario hacer eso, ya que Genaro Antequera de nuevo le iba hacer daño. Cuando Maruca Arbenz está conduciendo su auto rumbo al hospital, se entera que su hijo está muerto, lo cual le afecta y le provoca un derrame cerebral en pleno trayecto al hospital. Tal es así que la deja postrada en una silla de ruedas sin poder hablar. Genaro cobra el seguro y a Maruca la manda a un albergue. Luego, Genaro Antequera se consagra como sodálite consagrado y entra a trabajar en el Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo. Mientras tanto, Leo Alem le cambia de nombre a Leandro y le pone Filiberto Freire. Luego lo manda a estudiar al colegio del ejército Tnt Crnl Pedro Ruiz Gallo. Cuando ya es joven, Filiberto piensa que su vocación es el sacerdocio y es entonces que Filipo, ante Leo Alem, lo manda a estudiar al Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo con la promesa de que sea el futuro obispo castrense del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Allí en el seminario se encontrará nuevamente con Genaro Antequera, quien ya está viejo y es instructor de los seminaristas. Y es allí que comenzará la tensión. La cuestión es que el sodálite Genaro Antequera no lo reconoció ni recordaba dónde lo había visto a Filiberto Freire, quien tampoco lo reconoció por haber perdido la memoria por el golpe del accidente de las Olimpiadas Escolares pasadas. Lo que si pasaba es que el nombre de Genaro Antequera le sonaba al joven Freire. Pero no le dio importancia a esos detalles y se enfocó en sus estudios eclesiásticos. Al principio todo iba bien y en paz, pero después Filiberto se da cuenta que Genaro mandaba a llamar a uno por uno a su despacho para que fuera su conserje en las actividades del seminario. Extrañamente ya no volvían al espacio designado por los superiores. Hasta que le tocó el turno a Filiberto Freire, quien dijo que si ellos no lo pudieron hacer como Dios manda, él lo iba a hacer. A lo que también añadió que muchos son los llamados, pocos los elegidos. Como había sido educado en colegio militar, Filiberto siempre mostró disciplina. Esto le agradó a Genaro, a quien se le ocurrió darle unas monedas para que compre sus útiles y materiales para el seminario. Más adelante, Genaro le pidió que lo ayude con la redacción del boletín porque Filiberto tenía muy buena letra, ortografía, caligrafía y gramática. Después, lo invito al cine a ver una de las tantas películas de lucha contra la adversidad, religiosidad e historia bíblica. Ya en el cine, Genaro le puso la mano en el hombro y Filiberto se molestó tanto, que a tal punto le dijo que respete el hábito y el público presente. Ante esto, Genaro se molestó y lo encerró en un cuarto oscuro para que se encomiende a Dios si es que no quería pasarla mal la próxima vez. Filiberto oró tanto y con tanta devoción toda la madrugada y en plena oscuridad que la luna iluminó los cables pelados de la corriente de luz, a los cuales unió produciendo luz al principio, lo cual permitió que con una fuerza inirrepetible abriera la puerta y saliera sano y salvo para correr a despertar y alistar para el escape a los seminaristas que aún quedaban, para así, de esta manera, salvarlos de Genaro Antequera, el sodálite degenerado y antipático que hacía daño y se aprovechaba de los que querían servir a Dios, Jesús y la Virgen María. Cuando Genaro fue a ver cómo había escapado Filiberto, los cables hicieron corto circuito, explosionaron y tumbaron al mismo Genaro, ocasionándole quemaduras. Cuando estaba por salir, a Filiberto le cae una viga de madera, dejándolo inconsciente. Iracundo y lleno de emociones malsanas, Genaro corre y busca por todas partes a Filiberto, a quien encuentra levantándose, cojeando y dándose cuenta que los seminaristas se habían salvado. Cuando Filiberto lo ve a Genaro, recuerda que su verdadero nombre es Leandro Alem y que Genaro había intentado abusar de él cuando tenía 6 años. En eso Leandro Alem o Filiberto Freire reza el rosario y de las llamas sale una señora de fuego coronada con estrellas en la cabeza, quien lanza la serpiente que pisa al cuello de Genaro, quien se calcina de inmediato viendo cómo la Virgen Luminosa vuela como el humo con las almas de los jóvenes seminaristas muertos. Los bomberos llegan y apagan el siniestro. Filiberto Freire va dónde su padre Filipo y le reprocha que él no le haya contado que ellos en realidad son Leandro Alem Arbenz y Leo Alem. Es entonces que su padre le cuenta toda la verdad. Alejado de la vida sacerdotal, Leandro Alem Arbenz se casa con Filomena Miller, una ex-fraterna del Sodalicio de Vida Cristiana que nunca se consagró como religiosa gracias a la intervención carnal y mundana del mismo Leandro, por lo civil y lo católico. A la boda asiste en silla de ruedas Maruca Arbenz, quien le pide perdón por todo el daño que le hizo a su hijo. Es así cómo inician una nueva vida Leandro, Filomena, Leo y Maruca en silla de ruedas. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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sábado, 16 de septiembre de 2017
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