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sábado, 8 de julio de 2017

Somos esa pieza clave que mueve el mundo

Escrito por Freddie Armando Romero. Hemos nacido para liderar y romper esquemas; pero muchas veces no sabemos por dónde empezar, cuáles son los talentos que debemos usar y regular y hasta a veces pensamos que no llegaremos a nuestra meta y con ello realizarnos como persona y profesional. Entonces, surge una crisis existencial que tambalea nuestro trabajo para lograr ese punto de quiebre que tanto deseamos y que por tanto tiempo nos hemos esforzado. Y es ahí que necesitamos un motivo, una causa y hasta un soporte para seguir, lo cual es válido. Por eso es recomendable encontrarle sentido a la vida para así saber que todo tiene una razón de ser, que Dios nos ha hecho valiosos, que si hemos venido al mundo es por algo importante; y, que si somos imagen y semejanza de Dios omnipotente, omnisciente y omnipresente, podemos también crear o mejorar un mundo con nuestro sello y marca para lograr la felicidad personal, de nuestros hijos y de nuestros prójimos y honrar al Dios supremo. Sólo basta mirar al interior de nosotros y de los mismos prójimos para repetir con toda la fuerza de nuestro ser y nuestro corazón: “Naciste para algo, puedes hacer mucho y es importante tu presencia”. También recordar y hacer recordar al de nuestro costado que desde que nacimos, nos convertimos en la panacea, nos volvimos en ese bálsamo vital para nuestros padres, nos ganamos ser el centro de atención de toda nuestra familia, la cual vio en nuestra existencia un motor para seguir y la semilla que se encargue de germinar, reproducir, multiplicar y continuar con la creación para que el roble no muera y siga dando fruto del bueno y alta calidad.

Todos tenemos una misión, un objetivo, una meta, algo que nos empuja y es decisivo en nuestro caminar para cumplir con el ciclo que tenemos aquí en la Tierra y algo que servirá de trampolín para ganar el cielo y obtener la santidad y el aplauso de Dios y toda la cúpula celestial. Todos sabemos que al principio cuesta trabajo empezar, crear un hábito y acostumbrarse, confiar en que lo que haces va caminar y logrará reconocimientos y recompensa. Cuesta trabajo porque mayormente nos gusta ver resultados rápidos y en corto tiempo y porque pensamos que será una pérdida de tiempo y dinero si tarda días, semanas, meses y años. Pero cuando todo agarró ritmo, ya no se quiere parar. Y es entonces que te dices que valió la pena la espera. Pero en realidad no es espera solamente, se trata mucho más que todo de paciencia. Una paciencia que es prudencial, lógica y sana para nuestro propósito. Y creo que los orientales de Asia son más expertos en esa materia. Por ello soy un convencido que una vía efectiva para lograr el equilibrio, la paz con uno mismo y esa paciencia tan ansiada y anhelada es la práctica de la meditación, el yoga y hacer del silencio su fiel compañero. De igual modo, hay que recordar que toda recompensa tarda, pero llega; que el mundo da muchas, que puedes comenzar abajo, lograr la cúspide y si te descuidas bajar; y, finalmente, que al empezar y hacer camino te demoras, pero aprendes y creces más durante el recorrido haciéndote más fuerte y resistente a toda prueba dura y rigurosa que surja en el trecho. La vida enseña y si no caminamos, estamos desganados y nos gana la flojera y la desidia, nos estamos perdiendo millones de aventuras que podrían catapultarnos a la gloria e inmortalidad y asegurarnos un lugar privilegiado en el recuerdo de la memoria colectiva y en cada museo citadino de renombre en el mundo. De nosotros depende qué queremos ser y en dónde queremos perpetuarnos, no hay prisa y tenemos muchas áreas de despliegue y campos de desarrollo y, a su vez, tenemos gente que confía en nosotros y en nuestras capacidades y que está dispuesta a dar el todo por el todo para crecer y consolidarse a nuestro lado. No debemos de esperar más, tenemos cabeza que crea, piensa y máquina, un corazón que siente y que emite las más sublimes emociones que puede lograr actos de nobleza, entrega y servicio incondicional, extremidades para desplazarnos, correr, caminar, trotar e ir como el viento tras una de las tantas puertas que se abren y alcanzar una de las tantas estrellas que oscilan en el firmamento. La vida es ahora y es nuestra.

Otra situación que es muy frecuente en el líder es el manejo de emociones y cómo estas emociones se deben equilibrar y regular en determinados momentos de tensión, algarabía y melancolía; en escenarios como el formal, casual e informal; frente a distintas personas con distinto grado de relación, nivel de importancia y vínculo; siempre respetando el espacio y momento del otro y teniendo el criterio y el buen pulso y muñeca para saber negociar, de tal manera que tanto tú como la otra persona sepan lo que quieren lograr, alcancen la satisfacción plena, respetando los límites, más no barreras, en el medio profesional y trabajando para que sobre todo las mismas barreras sociales y comunicacionales se rompan y por lo tanto y con mayor razón se limen las asperezas y diferencias para un trabajo en conjunto a gran escala, un mejor despliegue de desarrollo y la cristalización de las metas y objetivos que te hagan crecer como persona y profesional, trascender más allá de lo posible y hagan ganar terreno, cosechar triunfos y consolidarse en el rubro empresarial en el que se labora. No se trata de ponerse pico a pico, de gritar más fuerte, de adelantarse a los hechos y sacar conjeturas apresuradas, de interrumpir a cada rato y de no dejar de hablar a la otra persona, de imponer sus gustos, conocimientos y opiniones sin considerar otras vías; se trata de abrir los oídos y tener buena escucha; de modular el tono de la voz y controlar los ademanes bruscos y violentos y así tener asertividad; de abrir tu mente a nuevas ideas, mirar con otros ojos, adquirir nuevas ópticas y perspectivas, ser más comprensivo y no permisivo y de esta manera tener empatía, poniéndose en el lugar de la otra persona y tratando de ser sensibles al sufrimiento, padecimiento y trance emocional ajeno. Se trata de vincularnos como una familia, un equipo, un todo y no trabajando cada uno por su parte y su conveniencia ni pensando en ambiciones terrenas y egoístas ni perfilándose un carácter personalista, en donde sólo prime y sea último el yo. Está bien tener autoestima, quererse, respetarse, tener dignidad; pero, también es saludable tener nociones de compartir todo lo que tienes, dones y dotes, ya sean materiales o espirituales, que puedan estar al servicio del otro y que te ayuden a crecer como persona, más que todo como ser humano. De igual modo, es necesario que un buen líder tenga ecuanimidad, estabilidad emocional, inteligencia emocional y buena actitud para conducir, guiar y acompañar a su equipo para afrontar los retos y desafíos que cada cierto tiempo vengan. No es sano ni aconsejable que el líder se aproveche de su facultad de mando para manipular, agredir, presionar, herir, asustar y chantajear a los integrantes de su grupo de trabajo. Del líder depende que el proyecto tenga un proceso normalizado y sin contratiempos, pues la persona que tome la batuta contagiará de buen ánimo al resto, tendrá la última palabra, la opinión ponderada y el discernimiento salomónico para decir qué ruta se toma; será el que dé palabras de aliento cuando cunda la incertidumbre, se agudice alguna crisis o uno que otro compañero de trabajo tenga algún bajón emocional.

Por último, un líder siempre agradece lo que Dios, la vida, la familia y el trabajo diario le da. Hay que estar agradecidos por el hecho de despertar un día más con vida; por el privilegio de estrechar vínculo y ser dador y merecedores de afecto con la familia que vemos por la mañana, la tarde y/o la noche; por la gracia de contar con un gran equipo de empleados y no esclavos que se esfuerzan por dar lo mejor de sí mismos, por triunfar y por dejar de lado las rencillas, los rencores y las discrepancias para concretar la unión que hace la fuerza y alcanzar la meta del mes; por la suerte de encontrarnos en nuestro peregrinar a gente valiosa, capaz, desinteresada, entregada en cuerpo y alma y mensajera de la paz y de las grandes lecciones de vida; y, por tener protección de seres superiores y ejemplos vigentes como Dios, Jesús, María, los santos y nuestros ancestros.

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