Escrito íntegramente por Freddie Armando Romero Paredes. Edgar Eckhart era un futuro y muy prometedor oculista del seguro social de salud que tenía como apodo "Ojos de Huevo Tibio" y que en sus ratos libres jugaba con la criatura hecha con los puntos negros que tenía en su ojo a la que la llamo Poncho Negro. Curiosamente, cada vez que Edgar Eckhart miraba meditabundo y reflexivo al vacío y/o al fondo de color turqueza de la almohada de su cama los puntos negros de su vista aparecían y cobraban fuerza y vida. Se daba cuenta que al mover la mirada del ojo la criatura de nombre Poncho Negro se movía de un lado para otro. Hasta que un día Poncho Negro hablo y se convirtió en un guía y consejero que notaba con claridad cuando miraba fondos de color entero. Muchas veces resultaba excéntrico y rayado escuchar y hacerle caso al grupo o conjunto de puntos negros que tenía en la vista; pero, se dio cuenta que era un aliciente, un consuelo y un tanto aleccionador y productivo hacerle caso a alguien que todo indicaba que lo había acompañado desde su nacimiento hasta la edad madura. De igual modo, muchas veces en momentos de estado contemplativo Poncho Negro servía y fungía como la conciencia, la experiencia y la sabiduría para alguien como Edgar Eckhart que había dejado de ser un adolescente y que ahora era un joven tratando de buscar una oportunidad para abrirse paso y hacer camino en la sociedad del mundo globalizado de hoy. Un día sucedió que Poncho Negro lo hizo entrar en razón, lo hizo sentar cabeza y le puso el mundo en perspectiva a Edgar Eckhart. Tal es así que Edgar Eckhart se quedó en estado contemplativo durante 10 minutos dándole vueltas al asunto que le preocupaba: el hecho de titularse y el hecho de encontrar tres prácticas preprofesionales para sus certificaciones modulares y una práctica profesional para su título universitario. En ese instante, Miranda Moore, la chica que de alguna forma le movía el piso y le sacudía el cuerpo y el corazón y que se había convertido en un amor no correspondido y que no podía ser, aparecía de la mano de su novio de turno, quien, al ver el estado contemplativo y la forma cómo había quedado embobado ante el paso y la caminata de su Miranda Moore, cuando en realidad había sido el efecto del sermón y del consejo de Poncho Negro, golpió con un fuerte y contundente puñete la cara con la mirada paralizada de Edgar al mismo tiempo que le reclamaba la actitud y esa forma de mirar a alguien que no era suyo. Edgar Eckhart se cayó al piso para luego ser llevado a la enfermería para ser curado. Ahí la enfermera Emilia Heart le aconsejó que saque cita con el psicologo para hablar sobre su problema y cambiar su actitud y su hábito. El psicologo le hizo una psicoterapia, dándole a entender que lo que pasaba con el mismo Edgar era que el propio Edgar tenía un amigo imaginario debido a su soledad y su introversión. Por último, el psicologo le recomendo a Edgar operarse la vista y sacarse los puntos negros de los ojos para evitar ver al amigo y/o a la criatura con la cual tanto conversaba para así enfocarse en hacer otras actividades que sirvan para su crecimiento personal y profesional. Edgar en un principio dijo que no llorando; pero, sus padres estuvieron de acuerdo con la operación. Poncho Negro le dijo en el riesgo quirúrgico y en la sala pre - operatoria que había sido un gusto haberlo acompañado 19 años y que, así lo aparten de su vista, nunca lo iba a abandonar, pues se las iba a ingeniar para acompañarlo durante un tiempo más. El último consejo que le dio a Edgar fue que la deje ir a Miranda Moore y que busque una esperanza, un alivio y un consuelo en la enfermera del tópico Emilia Heart, pues ella si era viable y era de buen ver. Así que, antes que agarren los aparatos quirúrgicos y metan mano en el quirofano en plena operación, Poncho Negro saltó de la vista con los globos negros hechos de puntos negros en dirección al papagayo de nombre Tabor y se colocó dentro de la vista del papagayo de la misma forma que había estado dentro de la vista de Edgar. Después de salir de la sala de recuperación y ver al papagayo de Tabor, se dio cuenta que el mismo Tabor lucía distinto y que alguien dentro de la vista del papagayo le hacía guiños, saludaba y hasta hacía que un papagayo como Tabor hable y diga varias cosas interesantes para animar y acompañar a un chico tan noble y tan sensible como Edgar Eckhart. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Soy Freddie Armando Romero Paredes. Tengo 35 años de edad. Nací el 25 de febrero de 1986 en el Hospital Edgardo Rebagliati Martins de Jesú...
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