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viernes, 19 de febrero de 2021

Enfrentamiento entre los valores de residentes y turistas en el turismo

Por Freddie Armando Romero Paredes. El enfrentamiento entre los residentes y los turistas se da por una cuestión de choque de culturas y sus costumbres y tradiciones que cada grupo social tiene en su haber. Esto ocurre cuando se suscitan diferentes idiosincrasias en una misma área geográfica.

Por una parte, las comunidades indígenas y autóctonas de nuestro país tienen un carácter definido, un estilo de vida que los identifica, un pensamiento que se cultiva en casa acorde a las normas, reglas y enseñanzas de gente que ha crecido en sabiduría y experiencia gracias a su vivencia en el ande y su enfrentamiento a retos y desafíos propios del interior del país, de la vida en provincia y de responsabilidades asumidas en las labores del campo; y, un legado milenario y ancestral que tiene el reconocimiento y el prestigio por haber logrado records en su trayectoria y proceso desde el origen de todo hasta el ingreso clave en la sociedad globalizada del mundo contemporáneo de hoy.

Por otro lado, se encuentran en la otra orilla los turistas extranjeros procedentes de mundos vanguardistas, vertiginosos y de larga y longeva data, los cuales han madurado demasiado las nociones de progreso, independencia, madurez y libertad al punto de decidir de otra manera, tomar otros caminos para llegar a la meta, catalogar y categorizar más abiertamente y sin tanto tapujo ni complejo un hecho histórico y/o un análisis cuadrimensional de una persona, ser claros y directos al opinar, tomar partido y defender una causa, un ideal y una convicción profunda. La preparación, la óptica, el discernimiento y la reflexión para actuar de una manera muy distinta a la forma de desenvolverse, desplegarse y encarar del campesino y artesano de nuestro país.

Es tal vez el conservadurismo lo que define al peruano en las profundidades y proximidades del Perú. Y es el despertar de conciencia lo que describe y pinta de cuerpo entero al turista cosmopolita. Pero, a pesar de que ambas personas pertenecen a mundos complejos y diferentes, cuando están en el Perú lo que los une es el arte, la cultura, el folklore, el patrimonio y la curiosidad por conocer y llegar a saber más acerca de los elementos, instrumentos y motivos que formaron los Imperio Wari y Tahuantinsuyo a lo largo y ancho de América del Sur, teniendo como eje y base de operaciones la tierra llamada Virú, la cual más adelante sería Perú. Sin duda, una amalgama y un tinglado de cosas que hacen atractivo y exquisito las rutas hacia Machu Picchu, Caral, Chan Chan y el Gran Pajatén, entre otros circuitos más.

Quizás algunos turistas prefieran la bulla mundana y citadina y el ruido estrepitoso de las discotecas, bares y nightclubs de la vida nocturna de Cercado de Lima, Miraflores y Barranco. Como también es probable que el vecino de la Lima Señorial se queje ante el serenazgo del distrito y el policía del patrullaje integrado interdistrital, por alteración de la tranquilidad y la paz social en la urbanización de la ciudad, de parte de unos noctámbulos que viven y respiran la algarabía excediéndose en sus límites y responsabilidades. Lo cierto es que Lima y otras ciudades capitales del Perú brindan las condiciones y los requerimientos para una sana convivencia, siempre siendo conscientes de que la ciudad es de todos y a sabiendas de que el turismo es una de las principales industrias que mueven la economía del país y garantizan la estabilidad y el bienestar en las canastas familiares de los empleadores y empleados del sector turismo, ya sea en el rubro hotelero, culinario y/o la gestión, promoción y difusión de la cultura del Perú.  

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