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jueves, 7 de julio de 2022

Kushuro, el huaco retrato

Escrito íntegramente por Freddie Armando Romero Paredes. Kushuro Sayán, hijo de Abel Abeto, había sido embrujado por una bruja de Cachiche de Ica, convirtiéndose en un huaco retrato más de la expedición japonesa de arqueología de la dinastía Shogun había emprendido en tierras peruanas para saber la verdad del descubrimiento de América por los chinos y, al mismo tiempo, encontrar vestigios históricos y testimonios orales sobre aquel acontecimiento histórico que cambiaría la historia de la humanidad; y, principalmente, de la hispanidad. Justamente, Kushuro, negándose a decir dónde se encontraba la comunidad de orientales descendientes y testigos del descubrimiento de América de aquel entonces, para salvarlos de la tiranía de los también descendientes de la dinastía Shogun, fue convertido en un huaco retrato para después ser arrojado bien lejos por las arenas del Oasis de la Huacachina callándose hasta siempre el paradero de la famosa bella durmiente que se escapó en las inmensidades de la selva peruana y de toda su comitiva y comunidad que la acompañó en busca de un mejor futuro lejos de la realidad del Asia de aquel entonces, el cual en su momento arribaron a tierras peruanas antes que Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque. El caso es que en esa época los chinos vinieron y se perdieron adrede y a propósito, con el fin de comenzar de cero de nuevo e iniciar una nueva vida, donde ningún elemento hostigador de la dinastía Shogun los pudiese molestar. Kushuro Sayán encontró varios elementos de aquel arribo oriental cuando vino; pero, sabiendo cómo es Nakamura Yang, prefirió y decidió arriesgarse e inmolarse tomando el riesgo de ser sometido por los aliados de Nakamura Yang: las brujas de Cachiche de Ica, quienes le perdonaron la vida a Kushuro; pero, lo confinaron a vivir hasta una nueva esperanza en un huaco retrato peruano. Kushuro no era un huaco retrato cualquiera. Kushuro tenía varios dones y bondades propios de la artesanía peruana de los huacos retratos precolombinos y prehispánicos. Kushuro era un huaco retrato que a través de sus gestos y cambios de humor generaba bendiciones e impactos a la persona, lugar y comunidad que lo tuviera. Si el huaco retrato de Kushuro lloraba, enseguida venía la lluvia. Si el huaco retrato de Kushuro se enojaba y enfurecía, enseguida había temblores y sismos de acuerdo al grado de rabia e ira que tenía. Si el huaco retrato de Kushuro estaba en una situación difícil en la que su custodio y/o la localidad estaba en peligro, Kushuro se convertía en un coloso inca, cuyo ejército eran los apus o montañas. Justamente, el Vinicunca era la montaña donde reposaban los príncipes chinos herederos al trono oriental. Cada color de los siete colores que habían era un infante noble fruto y producto de la relación de los príncipes orientales de Asia. La dinastía Shogun imperante no quería intromisiones e injerencias de ningún tipo. Tal es así que en su momento escaparon de la China de los Shogun dos principados con pretexto y excusa del descubrimiento y exploración del nuevo continente y mundo, que más tarde se llamaría América. Justamente, un principado oriental se convirtió en el Vinicunca y otro se refugió en la profundidad de la selva, durmiéndose de forma permanente en sus sueños, esperanzas y aspiraciones de una China diferente y un Asia mejor que antes. Si Kushuro reía, el campo se llenaba de flores, frutos y vegetales grandes para ser cosechados y llevados a cada uno de los miles de hogares de los cuatro suyos para que en los tres refrigerios y comidas sean consumidos. Cada vez que el guerrero Tacacho, custodio de Kushuro, llenaba el huaco retrato de mates e infusiones calientes para el frío, Kushuro hacía alaraca, gestos y reacciones graciosas según el cambio de temperatura que hacían que botara humo por la boca y el tubo con asa puente del mismo huaco retrato. Los gestos y reacciones de Kushuro hacían que el mismo huaco retrato cambie de color ante los diferentes cambios de humor y cambios de temperatura. Incluso si el huaco retrato de Kushuro reposaba sobre un plato de arcilla o acero con agua, el mismo huaco retrato de Kushuro se llenaba de barba verde si el agua era fría o se llenaba de barba marrón con el agua caliente. Un día, los arqueólogos japoneses radicados en Perú se dieron cuenta de las bondades y bendiciones de Kushuro para la tierra de los cuatro suyos y se lo robaron para entregarlo a Nakamura Yang, el líder de la tiranía de la dinastía Shogun. Es ahí que unen sus poderes para luchar contra los Shogun Almanzo Almagro, un policía de turismo con alma; y, Tacacho, el guerrero de acerrín y madera de los pisos del Coricancha, quienes junto al genio de Kushuro, el huaco retrato y coloso inca salvarán Asia como también los cuatro suyos de Nakamura Yang y los Shogun, devolviéndoles además a los principados que en su momento se fugaron para ser felices y estar a salvo y que hoy regresan al Asia para devolverles el brío, la honorabilidad y el progreso alturado y responsable ante los ojos de la sociedad del mundo globalizado de hoy. Colorín colorado este cuento se ha acabado. 














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