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lunes, 27 de septiembre de 2021

Lo que fue el curso de Turismo No Convencional

Escrito íntegramente por Freddie Armando Romero Paredes. El curso de Turismo No Convencional fue dictado el ciclo pasado del 2021 - I por el profesor Andy Martínez Díaz, en el Instituto Cepea de Pueblo Libre en Lima, bajo la modalidad virtual vía Zoom y con algunas clases presenciales, haciendo uso de las instalaciones del mismo instituto y de algunos parques del malecón de San Isidro y Magdalena del Mar.

En la primera semana del curso de Turismo No Convencional el profesor Andy Martinez nos dejó como tarea introductoria un artículo sobre el enfrentamiento que se da entre los valores de los residentes y los turistas en el turismo, en el cual escribí lo siguiente: “El enfrentamiento entre los residentes y los turistas se da por una cuestión de choque de culturas y sus costumbres y tradiciones que cada grupo social tiene en su haber. Esto ocurre cuando se suscitan diferentes idiosincrasias en una misma área geográfica. Quizás algunos turistas prefieran la bulla mundana y citadina y el ruido estrepitoso de las discotecas, bares y nightclubs de la vida nocturna de Cercado de Lima, Miraflores y Barranco. Como también es probable que el vecino de la Lima Señorial se queje ante el serenazgo del distrito y el policía del patrullaje integrado interdistrital, por alteración de la tranquilidad y la paz social en la urbanización de la ciudad, de parte de unos noctámbulos que viven y respiran la algarabía excediéndose en sus límites y responsabilidades. Lo cierto es que Lima y otras ciudades capitales del Perú brindan las condiciones y los requerimientos para una sana convivencia, siempre siendo conscientes de que la ciudad es de todos y a sabiendas de que el turismo es una de las principales industrias que mueven la economía del país y garantizan la estabilidad y el bienestar en las canastas familiares de los empleadores y empleados del sector turismo, ya sea en el rubro hotelero, culinario y/o la gestión, promoción y difusión de la cultura del Perú.”

Luego se tocó el tema del trekking y del hiking. Se concluyó que varios preferían hacer trekking, solamente para aprovechar las condiciones rústicas, improvisadas y naturales que el sitio turístico natural ponía de manifiesto y muy cerca del turista, generando una serie de experiencias espontáneas, creando prácticamente una sana y real convivencia entre el visitante nacional e internacional y las bondades, efectos e implicancias del medio ambiente y sus elementos botánicos y criaturas. De igual modo, se llegó a entender que también había un público que practicaba el hiking por la presencia de condiciones y situaciones prácticas y ordenadas que facilitaban la práctica del turismo y el rumbo del circuito, poniendo a la mano del visitante recursos, servicios y alternativas que generaran un normal curso de la misma visita, evitándose así de esta manera molestias, accidentes y retrasos que terminasen en un mal concepto por parte de los turistas, una mala crítica a nivel internacional y su consecuente exclusión del círculo turístico internacional. Y es que a veces los turistas simplemente quieren “vivir y saborear” el momento que concretan, a sabiendas de los riesgos y falencias que puede tener el lugar. Y otras veces los turistas desean y quieren que el sitio turístico tenga todas las comodidades ya conocidas como paraderos, tachos, barandales, piso firme y seguro, vigías, paletas y carteles informativos, guardianes, puestos de servicios básicos cercanos y todas las condiciones y formas necesarias para que el destino “calce como anillo al dedo”. Sin lugar a dudas, para tener el turismo que se desea hace falta inversión de parte de lo público como también de lo privado y, sobretodo, voluntad política de parte de las autoridades y la sociedad civil.

Asimismo, se habló de la preparación física, psicológica y profesional que tiene que tener un guía oficial de turismo y de cómo tenía que estar equipado. Se dijo de varias situaciones por las que atraviesan los guías en sus trayectos, de cómo la viven cuando están en diferentes situaciones comprometedoras y de riesgo, de lo que tienen que hacer para salir del impase, de cómo deben de reaccionar y actuar en situaciones cruciales de emergencia, de lo que deben de llevar para cada situación, de la mentalidad y la ecuanimidad que deben de mantener cuando están en la hora final, de los casos que ha habido de guías que llegaron muy lejos y que después no sabían cómo volver, cómo solucionar el percance o cómo mantener el contacto con los suyos, allegados, patrones y subordinados. Se explicó qué equipo debían tener, por qué se tenía que estar bien equipado, cuáles eran las marcas de equipos más recomendadas y que más salían, dónde eran los puntos de ventas de los equipos al momento de adquirir, cuál era el uso correcto de cada equipo, en qué situaciones se utilizaba y qué era lo que más convenía, se mencionó diferentes marcas, tanto baratas como caras, entre ellas la marca “Quechua” que más que todo se vende por internet o su compra es a pedido.

Más adelante, se coordinó una salida a los malecones de San Isidro y Magdalena del Mar para ver el tema de las cuerdas y los nudos. Antes que todo, el profesor nos dio las indicaciones para comprar la soguilla en el mercado. Tal es así que nos dio recomendaciones al momento de elegir el grosor y el largo de la soga. Más que todo, no debía de ser muy larga ni muy gruesa, pues con diez metros bastaba para hacer una clase modelo. Luego de ver la compra de la soga, se fue al malecón más cercano. Primero se fue al malecón de San Isidro a practicar los nudos, específicamente el Parque de la Pera; pero, el serenazgo del distrito dio poco tiempo para el curso y cortó la reunión presencial. Fue así que tuvimos que evacuar. Este hecho nos obligó a buscar otro parque que sea cercano y céntrico. Es entonces que llegamos al malecón de Magdalena del Mar, específicamente el parque Grau. Allí aprendimos los nudos ocho, nueve, doce, el pescador y muchos otros más. Aprendimos toda la tarde.

Tiempo después, se coordinó un encuentro en el Instituto Cepea para ver amarre y rescate. Esta faena se trataba de prepararse para los casos en los que el herido o el muerto se tenía que preparar para ser trasladado de inmediato a un centro de salud de atención básica primaria más cercano para que sea atendido como corresponde por un médico. Es entonces que ahí en ese momento se preparaba una camilla con algo fácil y con el recurso que se tenga a la mano. Pero, antes que todo, para que el enfermo no se caiga ni se chorree, el mismo paciente debía estar bien amarrado y bien sujeto a la camilla rudimentaria. Y es por eso que se tenía que hacer a lo largo del cuerpo pegado a la camilla un nudo bien elaborado, fuerte y muy profesional para que la persona en cuestión llegue en perfectas condiciones y no sufra ningún percance ni mucho menos acelere su final. Porque la prioridad la tenía el accidentado. Y la responsabilidad la compartía el guía, la empresa turística, el médico y el seguro contra accidentes. En resumidas cuentas era un tema serio que se manejaba con pinzas y con suma cautela.

Al final del curso se dio un paseo a Rajuntay que era opcional. Por ende, si uno quería, iba. Si no querías, no ibas. Nadie te obligaba. Simplemente tú decidías y tenías la última palabra. Y la decisión de este viaje no interfería en la calificación ni mucho menos en qué calificación debías tener. Había libertad. Sobre todo se entendía que en tiempos de pandemia del corona virus había un riesgo que se asumía y de la que uno ya vería cómo solucionar el asunto si es que había complicaciones con la salud tiempo después. Pero, al final, haciendo un balance fue un ciclo bonito. Lo mejor de todo es que salí invicto, es decir aprobado, y tuve muy buena calificación. Siempre lo tendré en el recuerdo.

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