Escrito íntegramente por Freddie Armando Romero Paredes. El ahogamiento de un joven de 25 años en el turístico cañón de Autisha ha generado polémica desde distintos puntos de vista por tener varias aristas. Primeramente cabe preguntarse ¿dónde queda la ética del guía y del operador turístico con tal de ganar unos dólares de más solamente por complacer el capricho de un turista? También cabe analizar al turista ¿cómo es un turista cuando está en frente de algo novedoso, único y sensacional? ¿qué lo motiva a viajar, tomarse fotos y postearlo en redes sociales?
Viendo detenidamente la figura del guía y del operador turístico en este
tipo de casos lo que ocurre es lo siguiente: muchas veces el profesional
turístico no se puede dar el lujo de decir que no o actuar de manera paternal
cuando ve un turista entusiasta y emocionado hasta el tuétano, capaz de pagar
varios billetes de dólar por vivir y sentir la emoción de una aventura
turística, porque de eso vive y con eso mantiene a su familia. Si el guía
dijera a cada rato un no rotundo, su negocio quebraría y su habilidad para
guiar se enfriaría y perdería técnica y estilo. Aunque a veces hay guías que les
va tan bien que se dan el lujo de escoger y elegir a sus clientes. A veces esos
guías que deciden qué tour, circuito o cliente tomar son los que tienen más
cancha, experiencia, instinto y algo de intuición. A veces parece o dan a
entender que esos guías tuviesen un sexto sentido desarrollado. Sólo con el
tiempo el guía mejora la táctica y la forma cómo desarrollar y trabajar su
profesión. En otras palabras, el tiempo los curte y les da sabiduría.
Ahora viendo la posición del turista y adentrándose en su mundo interior de
visitante, el turista es entusiasta, aventurero, vertiginoso, arriesgado y
abierto a otras culturas y otras formas de ver la vida con optimismo. Está
constantemente retándose a sí mismo, comparándose con su amigo de aventuras y
salidas, está viendo a cada rato qué hizo y qué le falta hacer, está planeando
en todo momento lo que podría ser el viaje de su vida, está viendo fotos y
videos de los viajes que hizo anhelando vivirla una vez más o deseando regresar
a ese lugar de ensueño que tuvo el minuto que le cambió la vida, está siempre
queriendo tener y vivir otra vida, otra personalidad, otro nick con otra gente
que no sea necesariamente la de su tierra natal que lo vio partir y embarcarse
en un nuevo proyecto que a través de sueños y quimeras cristalizó. El viajante
es una persona que recoge experiencias y colecciona recuerdos para postearlo en
todas las redes sociales y para que la gente de la internet sepa y se entere de
lo que vivió, de lo que fue capaz de hacer, de lo que sintió, de hasta cuándo
llegó, de qué tanto resistió el frío, el calor o la inclemencia del clima.
Quiere decirle a todo el mundo que lo hizo al final, que todavía está vivo,
fuerte y sano, que todavía puede y se atreve a más, quiere que todo el
patrimonio ancestral y milenario sea testigo de su presencia, quiere que toda
la gente que vea las fotos y revise la bitácora entienda que esa es su
felicidad, ese es su destino y esa es la vida por la cual vive y respira. El
turista es un ser libre que ama y aprecia la libertad y la felicidad que hay en
esa libertad. Es un ser humano con humanidad que no concibe otra vida como la
que tiene y que no se haya haciendo otra cosa distinta. Es lo que vive, es lo
que siente, es lo que respira, es lo que aspira a recorrer y llegar. Si hubiera
turismo espacial como lo que hay ahora, pero más desarrollado, el turista
simplemente va y se deja llevar. Por eso que también se trata de tener empatía,
ponerse los zapatos y comprender mucho más al viajero. Ese viajero que nunca se
cansará de andar y recorrer el mundo y el universo como la palma de la mano y/o
como un pañuelo.
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