Escrito íntegramente
por Freddie Armando Romero Paredes. Salomon Simons y Howland Rowe eran dos
fotografos de la agencia Magnum. A Salomon Simons le habían encargado
fotografiar todo lo referente al atentado de las Torres Gemelas de Nueva York.
Y a Howland Rowe le dijeron que vaya a hacer un fotoreportaje en el medio
oriente. El trabajo de los dos fotografos estaba contra el tiempo porque había
poco tiempo para postular y presentarse a los Premios Pulitzer. Salomon Simons
viajo a Nueva York en el primer vuelo que era más próximo y rápido sin escalas.
Y Howland Rowe se subió al primer barco para llegar por el mar mediterráneo a
la ciudad de Alepo.
Salomon Simons llegó
al World Trade Center y enseguida comenzó a captar cada momento de gloria y
ocaso de los edificios más emblemáticos de la Gran Manzana. La gente corría;
pero, él seguía de pie, como si nada lo perturbara y como si solamente
existieran él y su cámara. Simons no llevaba mascarilla para protegerse del
polvo. Su ropa se estaba llenando de polvo. Tenía sed. Pero, a pesar de toda
adversidad, él resistía, no se movía y continuaba captando los mejores ángulos
y las escenas más conmovedoras que pasarían a la historia. De pronto, vio la
oportunidad perfecta para retratar la imagen que calaría en lo más hondo de las
masas y con la que se inmortalizaría en los anales de la historia de la
fotografía. La imagen que tenía frente a su lente era una anciana postrada en
el piso por el dolor de una fractura producto de un derrumbe. Su rostro pálido
todavía mostraba buena actitud frente a la vida. Solamente necesitaba ayuda
porque las piernas estaban adormecidas del dolor y no le respondían. Simons
sintió compasión y corrió a socorrer a la viuda de un veterano de la guerra de
Vietnam. Se rasgó las mangas de la camisa dominguera que usaba solo en
ocasiones especiales y eventos exclusivamente importantes; y, con los retazos
la vendó con precisión. Luego, Simons le regaló el trípode para que caminara
con facilidad como si fuera un bastón. Enseguida, cuando la vio de pie sintió
que, en vez de ganar el Pulitzer, había ganado una madre. Quizás, la madre que
nunca más volvió a ver a los trece años después de un repentino e indefinido
viaje de negocios que nunca terminó. La vio alejarse y cuando la señora se
subió a la ambulancia, ahí recién supo que ella viviría para contarle a sus
bisnietos su drama en Manhattan y cómo un joven con futuro, que pudo ser la
sensación de las portadas más impactantes y reales, renunció a todo con tal de
verla renacer de nuevo para felicidad de su familia. Salomon estaba
rigurosamente entretenido con el caminar de la anciana y su respectiva atención
por parte de un paramédico, cuando de repente un bloque de cemento le cayó
encima, generando un shock y precipitando su muerte por unos minutos. De un
momento a otro, Salomon entró en trance y su vida pasó a depender de la
decisión de un ser superior omnipotente, omnipresente y omnisciente que solamente
podía llamarse Dios y que vio su mérito como una prueba más de que Salomon
Simons era, es y será siempre una persona que puede definir la historia y que
puede ser de gran ayuda en el triunfo del bien. Y es por eso que merecía volver
a la Tierra para seguir obrando a favor de los más necesitados y menos
favorecidos. Y es así que volvió a reaccionar. Y cuando lo hizo, lo hizo en un
hospital que doña Samantha Szyszlo, la anciana que ayudó, y su nieta de 19
años, Isabel Lateau, habían pagado luego de que personal de la Cruz Roja lo
rescatara del fatídico accidente. Su cámara había quedado destruída y en lugar
de la cámara fotográfica profesional había un celular multifuncional de marca
"Verifone" con una nota que solamente decía: "No dudes que te
servirá. Es lo más avanzado". Salomon se daba cuenta que el celular tenía
una cámara trasera y una cámara frontal, que podía imprimir las fotografías en
papel térmico y que podía escanear las paredes y las personas detrás. De
pronto, el hospital es asaltado por terroristas talibanes y a Simons no se le
ocurre mejor idea que tomarle fotos a los terroristas para publicarlo en el
diario matutino "Café Cargado". Es entonces que sale al pasillo y,
para que los terroristas miren a la cámara, activa la alarma
"Hamelin". De inmediato, los terroristas miran a Simons y a la cámara
de su celular. Y cuando lo hacen, los terroristas quedan capturados en la
impresión del papel térmico. No obstante, el papel térmico se despinta
rápidamente y el grupo de terroristas desaparecen para siempre. Isabel Lateau,
la nieta de Samantha Szyszlo, tiene una confesión que hacerle a Salomon Simons:
ella es el ISO del celular multifuncional. De día el sol le hace el favor de
volverla humana. Y de noche la luna la convierte en guardiana de la poca luz
que hay en las fotografías. Ella estaba en la presentación del invento del
celular multifuncional cuando ocurrió el choque del avión en las torres. El
celular multifuncional piloto estaba en el bolsillo de la anciana cuando el
edificio se estremeció. Es por eso que Salomon Simons e Isabel Lateau vivirán
un amor imposible y duradero.
A Howland Rowe le
ocurre algo parecido. Solo que su egoísmo y vanidad pueden más que cualquier
cosa. Howland estaba haciendo una caminata fotográfica en la ciudad de Alepo.
De pronto en una esquina, Rowe ve cómo unos avezados terroristas islámicos
abordan y torturan a Sonya Raygada. Rowe se sorprende, programa el obturador,
el ISO, el diafragma y empieza a captar cada caricia obsena, el dolor
imparable, los nervios a flor de piel y la gesticulación que solamente emitía
sonidos onomatopéyicos de auxilio. En un momento cuando a la joven Sonya
Raygada la hieren de muerte, la misma Sonya queda quieta, intacta y con la
mirada fija de dolor y pasión hacia los ojos y la cámara de Howland Rowe.
Cuando Sonya Raygada deja de agonizar para quedarse tiesa y dura como una
piedra, Howland Rowe se empieza a reír contagiado de la risa macabra de los
terroristas islámicos, pues para Rowe era una india infeliz que tuvo la
desdicha de vivir en una tierra inmisericorde acechada por terroristas, tropas
extranjeras y fotógrafos de guerra. Cuando está girando el cuerpo para irse a
revelar la serie de fotos que quizás podría darle el premio Pulitzer, los
terroristas le disparan para luego reírse en su cara su triste final a una vida
abusiva de un gringo engreído y caprichoso. Tal es así que su alma va al
infierno, donde empieza a repetir todas sus culpas como cuando le quitó la
primicia a su compañero de comisión, cuando lo utilizó al practicante para
favores personales, cuando denigró a los aborígenes de Medio Oriente,
Latinoamérica y África, cuando prostituyó al practicante de turno con tal de
saciarse y regocijarse a manos llenas, cuando ignoró a su hermano con Síndrome
de Down tildándolo de loco y dejó que le hicieran bullying hasta más no poder,
etc. Hasta que un día el gobierno de Finlandia concreta la concesión del lugar
llamado Finisterre para explotar la brea que se generaba y que podía ser
aprovechada para la construcción de pistas, by pass, puentes y corredores. Y
cuando el trailer hace la perforación en Finisterre no se da cuenta que ese
lugar era la entrada y salida de gente del infierno y que eso había quedado
abierto para el riesgo de todos. Incluso, cuando los rayos ultravioleta perforaban
la Capa de Ozono y generaban agujeros, de la zona deteriorada y maltratada
salían los Demóclitos que vomitan lava en frente de la persona quemándola hasta
calcinarla. Y es en una de las perforaciones de Finisterre o de la Capa de
Ozono que se escapa Howland Rowe, quien le hará la vida imposible a Salomon
Simons, el fotógrafo del más allá. Howland Rowe tiene la habilidad de encontrar
tu parecido exacto en otras personas, tomarles la foto y hacerte sentir
vértigo, naúseas, mareos, vómito y delirios cuando Howland Rowe mira la foto. Y
es que tanto Simons como Rowe aplican en sus aventuras la fotomancia. A lo que
Salomon Simons luchará para cerrar los agujeros de la capa de Ozono, producto
del calentamiento global y el cambio climático, y la zona demoniaca de
Finlandia llamada Finisterre; y, contra toda la maldad de los Demóclitos, de la
empresa contaminante “Infraestructure Incorporated” y su dueño Howland Rowe,
quien nunca debió de salir del inframundo porque los que están en el inframundo
nunca cambian. Lo que le atormenta a Howland Rowe es no tener el permiso y el
consentimiento para amar en su totalidad a la virginal, pura y casta Emma
Romlands por ser él del inframundo y arrastrar la culpa de haberle provocado un
infarto fulminante a su padrastro don Samuel Engels cuando el propio don Samuel
se enteró que estaba sacando harto dinero de la caja fuerte para irse a un
antro, que decía ser exclusivo y que al final no lo era, para jugar en el
casino y tener una cana al aire con una prostituta. Y es por eso que Salomon
Simons logrará desesperar a Howland Rowe cuando haga sonar la alarma
“Harlequin” con todos los sonidos de un tragamonedas. En cuanto a las personas
moribundas con lava derramada o malheridas de mala manera, Salomon Simons hará
sonar la alarma “Habemus” para lograr sanar las heridas y quemaduras provocadas,
más que todo por los Demóclitos. Y Salomon Simons tendrá a la mano la alarma
“Efeta” para que los ojos, los oídos y la boca de la persona se abran para
presenciar con los cinco sentidos en estado de alerta su respectivo juicio
final y mandar al villano o a la persona extremadamente sufrida hacia el cielo
o al purgatorio o al infierno para que así descanse en paz. De igual forma,
Salomon Simons contará con la alarma “Annorum” para quitarse o aumentarse años
de edad para camuflarse entre las personas y no ser reconocido; con la alarma “Ans”
para retroceder o avanzar en el tiempo para resolver casos inconclusos,
crímenes con juicios abiertos, reabiertos y misterios sin resolver, sabiendo lo
que ocurrió en el pasado y ocurrirá en el futuro si es que no se hace algo
concreto y eficaz a tiempo; con la alarma “Habibi” para enloquecer a Howland
Rowe haciéndole creer que tuvo un encuentro furtivo, apasionado y salvaje con
Emma Romlands porque Rowe es un hombre enfermo que cree firmemente que si Emma
Romlands no es de él, no debe ser de nadie; con la alarma “Orbus” para viajar a
cualquier parte del planeta Tierra y del espacio como si el celular fuera una
cápsula o una patineta o un scooter con su antena; con la alarma “Aligherus”
para viajar como Dante Alighieri al cielo o al purgatorio con viaje de retorno
a la vida actual; con la alarma “Ant” para disminuir de tamaño; con la alarma “Awesome”
para aumentar de tamaño y ser un coloso; con la alarma “Lahmung” para detener y
paralizar escenas y los movimientos de las personas; y, con la alarma “Aufwecken” para despertar, reanimar y estimular los movimientos de las personas. Salomon Simons cree en las alarmas porque cree en los efectos de la musicoterapia para lograr objetivos inimaginables y posibles de alcanzar. Y colorín colorado, las
aventuras de Salomon Simons, el fotógrafo del más allá, han comenzado.
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