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martes, 27 de agosto de 2019

Salomon Simons, el fotógrafo del más allá


Escrito íntegramente por Freddie Armando Romero Paredes. Salomon Simons y Howland Rowe eran dos fotografos de la agencia Magnum. A Salomon Simons le habían encargado fotografiar todo lo referente al atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. Y a Howland Rowe le dijeron que vaya a hacer un fotoreportaje en el medio oriente. El trabajo de los dos fotografos estaba contra el tiempo porque había poco tiempo para postular y presentarse a los Premios Pulitzer. Salomon Simons viajo a Nueva York en el primer vuelo que era más próximo y rápido sin escalas. Y Howland Rowe se subió al primer barco para llegar por el mar mediterráneo a la ciudad de Alepo. 

Salomon Simons llegó al World Trade Center y enseguida comenzó a captar cada momento de gloria y ocaso de los edificios más emblemáticos de la Gran Manzana. La gente corría; pero, él seguía de pie, como si nada lo perturbara y como si solamente existieran él y su cámara. Simons no llevaba mascarilla para protegerse del polvo. Su ropa se estaba llenando de polvo. Tenía sed. Pero, a pesar de toda adversidad, él resistía, no se movía y continuaba captando los mejores ángulos y las escenas más conmovedoras que pasarían a la historia. De pronto, vio la oportunidad perfecta para retratar la imagen que calaría en lo más hondo de las masas y con la que se inmortalizaría en los anales de la historia de la fotografía. La imagen que tenía frente a su lente era una anciana postrada en el piso por el dolor de una fractura producto de un derrumbe. Su rostro pálido todavía mostraba buena actitud frente a la vida. Solamente necesitaba ayuda porque las piernas estaban adormecidas del dolor y no le respondían. Simons sintió compasión y corrió a socorrer a la viuda de un veterano de la guerra de Vietnam. Se rasgó las mangas de la camisa dominguera que usaba solo en ocasiones especiales y eventos exclusivamente importantes; y, con los retazos la vendó con precisión. Luego, Simons le regaló el trípode para que caminara con facilidad como si fuera un bastón. Enseguida, cuando la vio de pie sintió que, en vez de ganar el Pulitzer, había ganado una madre. Quizás, la madre que nunca más volvió a ver a los trece años después de un repentino e indefinido viaje de negocios que nunca terminó. La vio alejarse y cuando la señora se subió a la ambulancia, ahí recién supo que ella viviría para contarle a sus bisnietos su drama en Manhattan y cómo un joven con futuro, que pudo ser la sensación de las portadas más impactantes y reales, renunció a todo con tal de verla renacer de nuevo para felicidad de su familia. Salomon estaba rigurosamente entretenido con el caminar de la anciana y su respectiva atención por parte de un paramédico, cuando de repente un bloque de cemento le cayó encima, generando un shock y precipitando su muerte por unos minutos. De un momento a otro, Salomon entró en trance y su vida pasó a depender de la decisión de un ser superior omnipotente, omnipresente y omnisciente que solamente podía llamarse Dios y que vio su mérito como una prueba más de que Salomon Simons era, es y será siempre una persona que puede definir la historia y que puede ser de gran ayuda en el triunfo del bien. Y es por eso que merecía volver a la Tierra para seguir obrando a favor de los más necesitados y menos favorecidos. Y es así que volvió a reaccionar. Y cuando lo hizo, lo hizo en un hospital que doña Samantha Szyszlo, la anciana que ayudó, y su nieta de 19 años, Isabel Lateau, habían pagado luego de que personal de la Cruz Roja lo rescatara del fatídico accidente. Su cámara había quedado destruída y en lugar de la cámara fotográfica profesional había un celular multifuncional de marca "Verifone" con una nota que solamente decía: "No dudes que te servirá. Es lo más avanzado". Salomon se daba cuenta que el celular tenía una cámara trasera y una cámara frontal, que podía imprimir las fotografías en papel térmico y que podía escanear las paredes y las personas detrás. De pronto, el hospital es asaltado por terroristas talibanes y a Simons no se le ocurre mejor idea que tomarle fotos a los terroristas para publicarlo en el diario matutino "Café Cargado". Es entonces que sale al pasillo y, para que los terroristas miren a la cámara, activa la alarma "Hamelin". De inmediato, los terroristas miran a Simons y a la cámara de su celular. Y cuando lo hacen, los terroristas quedan capturados en la impresión del papel térmico. No obstante, el papel térmico se despinta rápidamente y el grupo de terroristas desaparecen para siempre. Isabel Lateau, la nieta de Samantha Szyszlo, tiene una confesión que hacerle a Salomon Simons: ella es el ISO del celular multifuncional. De día el sol le hace el favor de volverla humana. Y de noche la luna la convierte en guardiana de la poca luz que hay en las fotografías. Ella estaba en la presentación del invento del celular multifuncional cuando ocurrió el choque del avión en las torres. El celular multifuncional piloto estaba en el bolsillo de la anciana cuando el edificio se estremeció. Es por eso que Salomon Simons e Isabel Lateau vivirán un amor imposible y duradero.

A Howland Rowe le ocurre algo parecido. Solo que su egoísmo y vanidad pueden más que cualquier cosa. Howland estaba haciendo una caminata fotográfica en la ciudad de Alepo. De pronto en una esquina, Rowe ve cómo unos avezados terroristas islámicos abordan y torturan a Sonya Raygada. Rowe se sorprende, programa el obturador, el ISO, el diafragma y empieza a captar cada caricia obsena, el dolor imparable, los nervios a flor de piel y la gesticulación que solamente emitía sonidos onomatopéyicos de auxilio. En un momento cuando a la joven Sonya Raygada la hieren de muerte, la misma Sonya queda quieta, intacta y con la mirada fija de dolor y pasión hacia los ojos y la cámara de Howland Rowe. Cuando Sonya Raygada deja de agonizar para quedarse tiesa y dura como una piedra, Howland Rowe se empieza a reír contagiado de la risa macabra de los terroristas islámicos, pues para Rowe era una india infeliz que tuvo la desdicha de vivir en una tierra inmisericorde acechada por terroristas, tropas extranjeras y fotógrafos de guerra. Cuando está girando el cuerpo para irse a revelar la serie de fotos que quizás podría darle el premio Pulitzer, los terroristas le disparan para luego reírse en su cara su triste final a una vida abusiva de un gringo engreído y caprichoso. Tal es así que su alma va al infierno, donde empieza a repetir todas sus culpas como cuando le quitó la primicia a su compañero de comisión, cuando lo utilizó al practicante para favores personales, cuando denigró a los aborígenes de Medio Oriente, Latinoamérica y África, cuando prostituyó al practicante de turno con tal de saciarse y regocijarse a manos llenas, cuando ignoró a su hermano con Síndrome de Down tildándolo de loco y dejó que le hicieran bullying hasta más no poder, etc. Hasta que un día el gobierno de Finlandia concreta la concesión del lugar llamado Finisterre para explotar la brea que se generaba y que podía ser aprovechada para la construcción de pistas, by pass, puentes y corredores. Y cuando el trailer hace la perforación en Finisterre no se da cuenta que ese lugar era la entrada y salida de gente del infierno y que eso había quedado abierto para el riesgo de todos. Incluso, cuando los rayos ultravioleta perforaban la Capa de Ozono y generaban agujeros, de la zona deteriorada y maltratada salían los Demóclitos que vomitan lava en frente de la persona quemándola hasta calcinarla. Y es en una de las perforaciones de Finisterre o de la Capa de Ozono que se escapa Howland Rowe, quien le hará la vida imposible a Salomon Simons, el fotógrafo del más allá. Howland Rowe tiene la habilidad de encontrar tu parecido exacto en otras personas, tomarles la foto y hacerte sentir vértigo, naúseas, mareos, vómito y delirios cuando Howland Rowe mira la foto. Y es que tanto Simons como Rowe aplican en sus aventuras la fotomancia. A lo que Salomon Simons luchará para cerrar los agujeros de la capa de Ozono, producto del calentamiento global y el cambio climático, y la zona demoniaca de Finlandia llamada Finisterre; y, contra toda la maldad de los Demóclitos, de la empresa contaminante “Infraestructure Incorporated” y su dueño Howland Rowe, quien nunca debió de salir del inframundo porque los que están en el inframundo nunca cambian. Lo que le atormenta a Howland Rowe es no tener el permiso y el consentimiento para amar en su totalidad a la virginal, pura y casta Emma Romlands por ser él del inframundo y arrastrar la culpa de haberle provocado un infarto fulminante a su padrastro don Samuel Engels cuando el propio don Samuel se enteró que estaba sacando harto dinero de la caja fuerte para irse a un antro, que decía ser exclusivo y que al final no lo era, para jugar en el casino y tener una cana al aire con una prostituta. Y es por eso que Salomon Simons logrará desesperar a Howland Rowe cuando haga sonar la alarma “Harlequin” con todos los sonidos de un tragamonedas. En cuanto a las personas moribundas con lava derramada o malheridas de mala manera, Salomon Simons hará sonar la alarma “Habemus” para lograr sanar las heridas y quemaduras provocadas, más que todo por los Demóclitos. Y Salomon Simons tendrá a la mano la alarma “Efeta” para que los ojos, los oídos y la boca de la persona se abran para presenciar con los cinco sentidos en estado de alerta su respectivo juicio final y mandar al villano o a la persona extremadamente sufrida hacia el cielo o al purgatorio o al infierno para que así descanse en paz. De igual forma, Salomon Simons contará con la alarma “Annorum” para quitarse o aumentarse años de edad para camuflarse entre las personas y no ser reconocido; con la alarma “Ans” para retroceder o avanzar en el tiempo para resolver casos inconclusos, crímenes con juicios abiertos, reabiertos y misterios sin resolver, sabiendo lo que ocurrió en el pasado y ocurrirá en el futuro si es que no se hace algo concreto y eficaz a tiempo; con la alarma “Habibi” para enloquecer a Howland Rowe haciéndole creer que tuvo un encuentro furtivo, apasionado y salvaje con Emma Romlands porque Rowe es un hombre enfermo que cree firmemente que si Emma Romlands no es de él, no debe ser de nadie; con la alarma “Orbus” para viajar a cualquier parte del planeta Tierra y del espacio como si el celular fuera una cápsula o una patineta o un scooter con su antena; con la alarma “Aligherus” para viajar como Dante Alighieri al cielo o al purgatorio con viaje de retorno a la vida actual; con la alarma “Ant” para disminuir de tamaño; con la alarma “Awesome” para aumentar de tamaño y ser un coloso; con la alarma “Lahmung” para detener y paralizar escenas y los movimientos de las personas; y, con la alarma “Aufwecken” para despertar, reanimar y estimular los movimientos de las personas. Salomon Simons cree en las alarmas porque cree en los efectos de la musicoterapia para lograr objetivos inimaginables y posibles de alcanzar. Y colorín colorado, las aventuras de Salomon Simons, el fotógrafo del más allá, han comenzado.

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