Escrito por Freddie Armando Romero. No es imperiosamente necesario contar los motivos que me llevaron a ver, como mero espectador, “Un Día Sin Sexo” del director Frank Pérez Garland, película peruana del año 2005. Pero, al final acepto que la vi. Quizás movido por la curiosidad y lo anecdótico y llamativo del título. Tal vez porque la mencionada película ganó el premio a mejor ópera prima en el Festival de Cine de Cartagena del año 2006. Es entonces que me sentí motivado y presto a tratar de apreciar y criticar el largometraje desde distintas perspectivas.
Pienso yo que la película cumple su cometido en presentarse como ópera prima por ser la primera vez de un director. A pesar de que este film no tiene clímax, suspenso y -así sea romántica, de conflictos amorosos y de situaciones reales de la vida cotidiana en pareja- no genera acción y riesgo, ni mucho menos te mantiene en vilo. Lo que sí puedo decir y estoy convencido de que son vidas bien actuadas y estelarizadas por buenos actores con experiencia y renombre como Gianfranco Brero, Yvonne Fraysinnet, Vanessa Saba, Giovanni Ciccia, Melania Urbina, Paul Vega y otros jóvenes talentos con carreras que recién empiezan a florecer como Carolina Cano y Bruno Ascenzo, quienes tienen participaciones notables; pero, lo crítico del asunto es que dichas historias se encuentran sueltas, incompletas y presentan relatos con un final abierto cuando a uno, en particular, le hubiese gustado ver, por ejemplo, si Gianfranco Brero se recupera del mal trance en la sala de Emergencias del centro médico y, sobretodo, si él soluciona su problema de impotencia sexual. De igual modo, me hubiese gustado ver si Melania Urbina recupera su buen ánimo, se vincula sentimentalmente con Giovanni Ciccia y deja de sufrir por Fabrizio Aguilar; o, si es que hay alguna posibilidad de que se reconcilie con el personaje de Aguilar por el cual lloraba amargamente. Tengo que acotar que faltó explotar la historia de Carolina Cano y Bruno Ascenzo, en el cual existía el engaño de Bruno con una de las mejores amigas del personaje que hacía Carolina. Como digo, allí había material con argumento suficiente para hacer algo más ambicioso en la película, lo cual es una lástima que no se aprovechó. También faltó detallar si los personajes que encarnan Vanessa Saba y Paul Vega se amistan después de la última discusión en la habitación; y, si no es así, me pregunto qué hacían durmiendo nuevamente juntos si es que la relación ya no significaba nada y estaba por terminar rotundamente. Me puedo imaginar que tanto el director como los responsables en la parte de la producción tenían en mente realizar una segunda parte de la película para aprovechar la oportunidad de contar más aventuras y desventuras de estas cuatro parejas y, al mismo tiempo, desenredar la madeja y poner los cabos sueltos en su sitio; pero, al ver que la taquilla –principalmente- no les fue tan favorable, desistieron de la idea y buscaron para ese entonces embarcarse en un nuevo proyecto audiovisual. Ni modo. Así es el negocio. A mí, en particular, me pareció estar viendo escenas de una de las tantas telenovelas o teleseries que transmite la televisión peruana.
Lo que sí pude corroborar es que la película da en el clavo al presentar diversas historias de distintas edades referente al tema sexual. Son matices de la vida misma. Cualquiera de nosotros, a quienes les haya pasado, puede sentirse identificado básicamente con cualquiera de las cuatro parejas que se interrelacionan e interactúan en plena cotidianidad para poner y mostrar sobre el tapete los contrastes, las idas y venidas, las transiciones, los procesos y las emociones a flor de piel que tiene y pasa una relación afectiva. Durante la película uno mismo puede encontrar el caso de los esposos en edad madura, encarnados magistralmente por Brero y Fraysinnet, que atraviesan por un cambio corporal y hormonal, difícil de aceptar y asimilar, que hace que la vida de ellos se transforme, evolucione y cambie para siempre dejando de lado y extrañando hábitos propios de la alcoba que concretaban cuando eran recién casados y un matrimonio joven. Luego, está la relación de los esposos jóvenes, personificados por Saba y Vega, quienes son un matrimonio que ya no tiene la magia, la ilusión, la pasión, el amor y el brillo de antes y que mantiene una relación por costumbre. Es un matrimonio conversacional, que se comunica diariamente; pero que cada conversación termina en una reñida discusión difícil de aguantar y soportar. Es una relación, donde los dos dejaron de decirse un “te amo” o un “te quiero”. Es como una flor que se ha ido secando paulatinamente y está a punto de marchitarse para luego caer estrepitosamente. Más adelante vienen las vidas promiscuas de los roles interpretados por Urbina y Ciccia. Urbina, por su lado, mantiene una relación pasional, excitante y nada formal con Fabrizio Aguilar; y, Ciccia, por su parte, no pierde la ocasión de conquistar a cuanta chica curvilínea se le ponga al frente. Melania, al mismo tiempo, sufre por no ser considerada en serio por Fabrizio. Giovanni, a su vez, prefiere hacer el ridículo, llamar la atención e intentar de todo con tal de ligarse a la flaca de turno. Todo esto cambiará cuando Urbina conoce a Ciccia en una íntima reunión que él mismo ha organizado. Después sucede el caso de los muy jóvenes Cano y Ascenzo, quienes, luego de unos meses de enamoramiento, deciden dar el siguiente paso y pasar la noche juntos. A esto habría que sumarle el hecho –que no fue aprovechado por el equipo cinematográfico- de que el personaje de Bruno se entiende de manera insospechada con la mejor amiga de Carolina. Como en todo encuentro e idilio siempre surgen imprevistos e inconvenientes propios de la edad, la inexperiencia y la inmadurez, los cuales harán tomar conciencia a los jovencísimos enamorados. En conclusión, “Un Día Sin Sexo” es un largometraje para verla una vez a las quinientas, pues carece de muchas cosas que esperemos se corrijan en las próximas producciones del director encargado.
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